La gestión de la atención a los marroquíes que se han quedado atrapados en Melilla, verbigracia del amistoso vecino, se ha convertido en uno de los mayores problemas para las autoridades de la Ciudad y la Delegación del Gobierno. En Melilla nos enfrentamos a las mismas dificultades en la lucha contra el coronavirus que el resto de regiones de España pero tenemos que sumar las situaciones especiales que suponen el CETI y el centro de menores. Ahora, añadimos la presencia de un numeroso grupo de ciudadanos de Marruecos al que su país ha dejado tirado en nuestro país. El país vecino ha cerrado la frontera, no atiende a sus nacionales y carga con esa responsabilidad a Melilla.
Aquí, se ha atendido a estas personas de la mejor manera posible, pero los recursos son escasos y la situación de alarma en la que nos encontramos han dificultado buscar una localización idónea para estas personas. Una vez más, Melilla cumple con su obligación, como no puede ser de otra manera, de acoger a aquellos que lo necesitan pero el comportamiento de Marruecos vuelve a dejar mucho que desear. Como en el caso de los menores extranjeros no acompañados, el país vecino hace dejación de sus obligaciones y complica la vida a Melilla, en esta ocasión en un momento muy delicado.
Se escuchan voces críticas con la gestión que se ha hecho desde Melilla con este grupo de personas pero se echa de menos que los mismos reproches se dirijan también a las autoridades marroquíes, que se han lavado las manos y han abandonado a sus ciudadanos sin ningún pudor. No se puede censurar a quien está intentando dar una solución a las personas y no reprobar a quien ha generado el problema.
En no pocos casos muchos de estos ciudadanos del país vecino se han quedado en Melilla perfectamente a sabiendas de lo que había porque sabían del cierre de frontera. Por ello no se debe consentir comportamientos anómalos ni exigencias al gobierno local ni nacional. En ese caso habrá que cerciorarse por la fuerza que acatan lo impuesto por las autoridades si o si, incluso empleando medidas coercitivas para su cumplimiento y no convirtiéndo a policías y vigilantes en sus niñeras.
Por el gasto enorme y el problema que han generado hay que ficharlos convenientemente y en cuanto se pueda expulsarlos y negarles sistemáticamente y a perpetuidad el acceso a territorio nacional.
Si nos la hacen hay que anotarles la matrícula y nunca mais.