La llegada de inmigrantes a nuestro país ha servido para que España pueda tener un crecimiento poblacional reseñable durante el pasado año y que España supere la barrera de los 47 millones de habitantes. Gracias a los que han venido, 209.097, se ha compensado un saldo vegetativo (nacimientos menos defunciones) que era negativo. Hay que resaltar que en el primer semestre de 2019 nacieron 169.269 niños y hubo 214.218 defunciones, lo que indica la tendencia hacia una población envejecida. Sin los inmigrantes, la situación sería realmente dramática para el mantenimiento de nuestra sociedad tal y como esta estructurada. Nuestro país necesita de mano de obra para realizar tareas que los españoles o bien no quieren realizar o no pueden. El trabajo en el campo o algunas fábricas es una labor que sigue exigiendo una demanda de trabajadores que el mercado laboral autóctono no puede cubrir y es necesario que vengan personas de fuera para mantener este tejido productivo. Además, la baja natalidad en España es uno de los grandes desafíos que tenemos como país si queremos mantener nuestro sistema de bienestar para atender a los mayores. Sin jóvenes que trabajen no se pueden pagar los servicios o las pensiones de los que ya se han retirado. Los inmigrantes solucionan este problema. Por más que les pese a los que, desde posiciones decimonónicas y autárquicas, critican la inmigración y demonizan al inmigrante, la realidad de nuestro tiempo es la que es y la llegada de extranjeros no solo es positiva sino que es indispensable para mantener el pulso económico que exige una sociedad occidental e industrializada como la nuestra.