Un gran ejemplo de mujeres que trabajan codo con codo por una sociedad sostenible e igualitaria son las costureras de Lal la Buya, algunas de ellas supervivientes de violencia de género, que luchan por su integración laboral y social. Todas ellas se encargan de crear arte mediante la moda, y con el objetivo de hacerlo desde la ética, al igual que fomentando las tradiciones estéticas propias de su cultura.
Una decena de mujeres se encargan de aprender y enseñar en este taller. Aisha Mohamed empezó en junio del año pasado, después de estar varios años sin trabajar en el mundo de la moda: “Vine para hacer un cursillo y me gustó, así que me quedé. Para mí ha sido una experiencia nueva, aunque ya hubiese trabajado como modista”. La ilusión por estar en Lal la Buya es evidente por sus palabras. “Me encanta la costura y empecé de nuevo con mujeres maravillosas, trabajadoras y luchadoras”.
Este equipo está formado por profesoras y aprendices. Algunas, que entran para aprender a coser se quedan para formar parte del taller. Habiba Mohamed, otra de las trabajadoras, asevera que ha aprendido de la mano de sus compañeras: “Ya sé cómo diseñar una prenda, cortarla, coserla, refinar. Muchas cosas que no sabía hacer antes. Además, no es lo mismo que coser en casa”.
Estas mujeres han encontrado una oportunidad de trabajar y de marcarse un camino en el mundo laboral. “Es una gran manera de salir adelante. Estamos trabajando y estamos muy bien aquí”, dice Aisha. “Yo he visto una buena oportunidad dentro de este taller”, agrega Habiba.
La coordinadora de Lal la Buya, Mariló Navarro, afirma que estas mujeres siempre se están formando, incluso cuando ya están dentro del equipo. Por las mañanas, trabaja el grupo de producción y por la tarde hay un grupo de formación: “Es la maestra la que decide quiénes pasan al equipo de trabajo”. El objetivo, continúa Mariló, es que las mujeres que más tiempo llevan en el taller sean “las que amadrinen” a las chicas nuevas que se integren en el equipo.
Muchas de estas mujeres eran amas de casa o tuvieron que dejar su trabajo para hacerse cargo de la familia. Aisha trabajó de modista, pero lo dejó porque no obtenía suficientes ingresos. “La costura dio u bajón y me separé muy joven. No podía sacar adelante a mis hijos, así que trabajé en la hostelería”. Por su parte, Habiba ha sido siempre ama de casa: “Solamente cosía en mi casa”.
Por otra parte, estas trabajadoras son conscientes de que la costura o el diseño no es solo cosa de mujeres, aunque todas las integrantes de este taller lo sean. “Hay muchos chicos jóvenes que ahora son diseñadores, por ejemplo”, afirma Habiba. “Hay más costureros y modistos. Antiguamente, la gente se sorprendía si veían a un hombre coser. No creo que ahora sea así”, manifesta Aisha.
Estas mujeres consideran que pueden ser un referente en la sociedad. “Puedo ser un referente para esas mujeres que tienen miedo, pero que quieren salir de sus casas y aprender”, revela Aisha. Así también lo cree Habiba: “Puedo ser referente para cualquiera. Puedo dar consejos a cualquiera”.
Por su parte, Mariló asevera que quiere ser un buen ejemplo para muchas personas: “Supongo que lo soy para mis hijas y mis nietas. Al final, todas tenemos un papel en nuestro territorio”.
En cuanto a la situación de la mujer en la sociedad actual, estas trabajadoras afirman que la mitad de la población puede conseguir lo que se proponga. “La mujer tiene una fuerza de voluntad y una paciencia que hay que reconocer su importancia en la vida laboral y social”, dice Aisha. “Salimos adelante y a luchar siempre. Enfrentándonos a lo que sea, diciendo que aquí estamos”.
Por su parte, Mariló asegura que se han conseguido derechos fundamentales, pero hay que seguir peleando: “No tenemos que dar ni un paso atrás, hay que acabar con la violencia machista”.