Ha pasado 46 años de su vida en las aulas de diferentes centros educativos de la ciudad. Pero asegura que no se ha llevado demasiados disgustos porque tiene claro que su verdadera vocación estaba en el mundo de la educación. Esa trayectoria de entrega le ha valido a José Luis Alcalá Vargas alzarse con la séptima edición del Premio Pilar Fernández ‘Una vida dedicada a la Enseñanza’, organizado por CCOO.
Será hoy miércoles, a partir de las 19:30 horas, cuando recogerá este galardón de manos de la Federación de Enseñanza de CCOO en un acto celebrado precisamente en el IES Leopoldo Queipo, en cuyas aulas ha pasado 36 años dando clases de Historia y asignaturas afines a esta materia.
Aprendiendo a enseñar
Aunque este centro ha centrado la mayor parte de su trayectoria, José Luis Alcalá Vargas comenzó su andadura en la Academia Cervantes, donde estuvo diez años. “Ahí fue donde aprendí cómo hay que llevar un aula. Todos dábamos clases de todo”, recuerda ahora bromeando a El Faro. “Enrique Soler, el dueño, me enseñó todo lo que sé”, añade.
A juicio de este profesor melillense que se jubiló hace ya más de once años, la clave para ser un buen maestro es trabajar duro para transmitir de la mejor forma los conocimientos a los alumnos pero logrando también que estos se sientan “cómodos” en clase. “Si ven que hay interés por tu parte, se esfuerzan más”, asegura.
La hermana de José Luis era maestra también por lo que el mundo de la enseñanza le había gustado “desde siempre”. Fue por ello que se decidió a estudiar Magisterio. Después, acabaría cursando también Filosofía y Letras, por la especialidad de Historia.
Cambio “a peor”
A lo largo de toda esta vida dedicada a la enseñanza, el exdocente reconoce que la educación ha cambiado mucho y, con mucha resignación, dice que ha sido “para peor”.
“La enseñanza es muy difícil porque la sociedad también lo es”, recalca. “El ambiente se ha ido deteriorando a lo largo del tiempo”, añade, señalando que en las aulas hay mucho “desinterés” en cuanto a trabajo y responsabilidad por parte de los alumnos.
Pero también apunta al papel de los padres en esa transformación que ha sufrido la enseñanza. “Ha habido un cambio de mentalidad en ellos y eso ha influido”, reflexiona.
Durante unos años, también fue director del IES Leopoldo Queipo, pero tiene claro que lo que a él le gusta es dar clases. “La organización no era para mí. Pero alguien lo tenía que hacer”, recuerda.
Ahora, desde el retiro, dice que lo que más echa de menos es a sus compañeros, algunos de los cuales ya no viven, pero que ya le tocaba también disfrutar de su jubilación. “Me merecía un descanso”, apunta.
Han sido tantos los estudiantes que han pasado por las aulas de José Luis que raro es el día en que no se encuentra alguno. “Por donde voy, siempre hay un alumno”, indica. Y cuando va a recoger a su nieto al colegio, le da mucha “alegría” encontrárselos. “Ahora son médicos, abogados, funcionarios... Me pongo muy contento al verlos”.
A los que van a elegir estudios, les recomienda que solo se dediquen a la enseñanza si es lo que realmente les interesa porque dar clases sin vocación es muy duro: “No hay nada más trágico que hacer algo que no te gusta”.
Fue mi profesor de Historia en 3º de BUP en el curso 1986/87, lo recuerdo como un gran profesional, me encantaban sus clases; estoy con él en que si trasmites a tus alumnos dedicacion y ganas de trabajar ellos te responden igual, yo siempre he dicho que ellos dan lo que reciben. Enhorabuena por el premio tan merecido. Un abrazo
Excelente amigo, buen compañero, gran profesional. Un orgullo haber trabajado con él codo con codo. Siempre será un referente en la enseñanza en Melilla y un pilar del IES Leopoldo Queipo.
¡Enhorabuena por tan merecido homenaje!