La imagen volvió a ascender por las escaleras que dan a la calle Cánovas después de 18 años
La Soledad volvió a estremecer a su paso a los melillenses. La solemnidad de la procesión, que avanza a oscuras, solo iluminada con el resplandor de las velas, la convierte en una de las preferidas para los devotos. Esto se dejó notar, un Viernes Santo más, por su poder de convocatoria multitudinario. Antes de que apareciera por la puerta de la Iglesia del Sagrado Corazón, ya le esperaban en la plaza cientos de personas. Este año, fue el presidente de Melilla, Juan José Imbroda, junto a su familia, quien ostentó la responsabilidad de tocar a la puerta para que se iniciara la marcha. Antes de que solicitase la salida de la sagrada imagen, lo único que se escuchaba en la plaza era el rezo de una letanía.
En cuanto se abrieron las puertas del templo, la vía pública se quedó en silencio sepulcral. Apareció la Virgen, portada por los hombres de trono. Con esfuerzo y fervor, sacaron a la Soledad a la calle y, con mucho cuidado, bajaron las escaleras para iniciar el recorrido. El silencio sólo era interrumpido por la voz de una mujer, quien rezaba una oración detrás de otra.
En este ambiente de recogimiento, la procesión comenzó a avanzar, a oscuras, por la calle López Moreno. Después, tuvo lugar uno de los momentos más especiales de la marcha. Después de 18 años sin hacerlo, este Viernes Santo se volvió a incluir en el itinerario la subida de las escaleras que llevan a la calle Cánovas. Cientos de melillenses se aglomeraron para observar la escena, seguida con tensión y devoción. Los hombres de trono ascendieron a la Soledad y recuperaron así una tradición que ya se creía perdida en nuestra ciudad.
Callejón de la Soledad
Tras recorrer el barrio del Carmen, los feligreses vivieron otro de los momentos más solemnes del recorrido: la llegada de la Virgen al callejón de la Soledad. Allí, los jóvenes de la cofradía le habían preparado una alfombra. En este mismo punto, un representante de la junta joven leyó una carta en la que prometió a la Virgen que nunca estaría sola en su misión de hacer del mundo un lugar mejor ayudando al prójimo. Todavía en el callejón, la cantante María Mendoza dedicó a la Soledad una desgarradora saeta. Luego, los hombres de trono tuvieron la ocasión de clavar un clavel blanco en un corazón colgado en la fachada.
Paso por la Avenida
Otro de los momentos más característicos del acto de penitencia se desarrolló en la Avenida. Antes de la llegada de Soledad, los nazarenos repartieron velas entre los ciudadanos para que el trono hiciese su paso con las luces apagadas. Este año, los melillenses se echaron a la carretera para estar más cerca que nunca de la imagen. Frente a la tribuna oficial se realizó un solemne acto de desagravio. Tras el rezo del vicario episcopal, Roberto Rojo, Isabel Navarrete le dedicó una saeta. Luego, la Soledad continuó su marcha por las calles Cervantes y Ejército Español para regresar a su templo, la iglesia del Sagrado Corazón.