Acaba de presentar el documental ‘Las lágrimas de África’, fruto de su experiencia conviviendo con inmigrantes subsaharianos en el Gurugú. “Melilla es un lugar desconocido para muchos”.
Amparo Climent es una actriz y directora de cine convencida de que para conocer la realidad hay que vivirla en primera persona. Así, un día se armó con su cámara y se dirigió a los campamentos del Gurugú, donde convivió con los subsaharianos que esperan su oportunidad para saltar la valla de Melilla. El resultado de esa experiencia se llama ‘Las lágrimas de África’, un documental estrenado en Madrid y Barcelona la semana pasada. La autora cuenta a El Faro las vivencias que le han permitido firmar esta obra.
–¿Cómo surge la idea de ‘Las lágrimas de África’?
–A raíz de mis viajes a Melilla y a los montes Gurugú y Bolingo. En principio, mi idea no era hacer un documental, pero después de un tiempo viajando y viendo la situación empecé a rodar y a plantearme que además de hacer una exposición para visibilizar lo que allí ocurría también podía hacer una película que contase lo que está pasando.
–¿Dónde ha estado filmando?
–Transcurre en varios lugares. Empieza en Madrid, donde entrevisté a personas que trabajan con inmigrantes. También hice un recorrido allí por las calles donde están esas personas trabajando como manteros. Después, llego a Melilla y describo un poco la ciudad, hablo de toda su arquitectura, de las playas... Luego muestro la situación de la valla, del CETI, los niños de la calle, las porteadoras... Y después, Nador, el Gurugú y el Bolingo. Lo que hago es situar al espectador en antecedentes, que vea la zona geográfica y qué es lo que hay en ese lugar desconocido para muchos que es Melilla.
–¿Ha tenido dificultades para grabar? ¿Problemas con la policía marroquí?
–Para subir a los montes tienes que sortear los retenes de la policía marroquí y hay que conseguir que no sepan muy bien a dónde vas. Es la única manera de cruzar la frontera sin problemas. Me han retenido y me han preguntado por qué voy a Marruecos, un poco interrogatorio. Fuera de eso, lo normal. He dormido en el Gurugú y el Bolingo y cuando llega la policía destroza con violencia los campamentos (de los inmigrantes subsaharianos). Lo he presenciado de lejos. Se oían ruidos y gritos, veía linternas y cuando todo el mundo escapaba, salía yo corriendo también. Cuando llega la policía, es un momento de terror.
–¿Ha trabajado usted sola? ¿Dirige, graba?
–Sí. Al principio cruzaba la frontera con algunos periodistas que me indicaban dónde están los campamentos. Son José Palazón, Jesús Blasco y Antonio Ruiz, grandes profesionales y grandes defensores de los Derechos Humanos. Después, ya iba sola. Llevaba mi cámara y rodaba. Alguna vez le pedía a algún joven subsahariano que me grabara, para dar constancia de que estuve allí. Pero ha sido autoproducción en todos los sentidos. Yo rodaba, hacía la toma de sonido, el dibujo de los mapas donde sitúo el lugar, la locución de los textos. Es un trabajo muy personal.
–En el tráiler de la película se lee esta frase: “Las vidas y muertes de los inmigrantes no caben en las noticias”.
–En estos últimos saltos (a la valla de Melilla) no ha habido prácticamente cobertura en los medios, ha pasado inadvertido absolutamente. Cuando empezó el drama de Grecia (los campos de refugiados de Idomeni), ya no cabían en las noticias los subsaharianos porque lo otro era más espectacular y más llamativo y se utilizaba esa noticia para difundir lo que está ocurriendo.
–A comienzos de este mes hubo un salto en el que más de cien personas lograron entrar en Melilla. Pocas semanas antes hubo otro en el que saltaron 40. ¿Qué sintió al saberlo?
–Cada vez que ocurre esto me emociono muchísimo y lloro. He pasado dos años viajando todos los meses a Melilla. He hecho 20 viajes. Pasaba una semana, un mes... A mucha de esa gente (los que entraron recientemente tras saltar la valla) no la conozco, pero son iguales a los que conocí.
–Presentó en el Parlamento Europeo dibujos hechos por los inmigrantes. ¿Encontró apoyo allí?
–La exposición de dibujos y cartas tuvo buena acogida. Viajamos más de 20 personas al Parlamento Europeo. Éramos fotógrafos, artistas, activistas y catedráticos. Presentamos un manifiesto de exigencia del respeto a los Derechos Humanos. ¿Para qué ha servido? Esta iniciativa despertaría en algunos eurodiputados el interés de conocer lo que está ocurriendo realmente con estas personas.
–’Las lágrimas de África’ se acaba de presentar en Madrid y en Barcelona. ¿Qué tal el estreno?
–En Madrid hubo lleno absoluto y en Barcelona bastante gente también. Yo estuve en el estreno en los cines Renoir Princesa de Madrid y lo más interesante es que cuando terminó hubo un debate de casi dos horas hablando de la inmigración. Eso es lo más interesante con independencia de que te guste la película. En Barcelona el estreno fue el mismo día y me representó una compañera actriz y directora, Mireia Ros.
–¿Intentará que la película se estrene en Melilla?
–Me encantaría, se están haciendo gestiones, pero no sé si se conseguirá. Sería muy interesante debatir en el mismo lugar donde suceden estos hechos y saber cuál es el pensamiento de la gente.
–¿Seguirá buscando historias de inmigración?
–Con ‘Las lágrimas de África’ empieza una trilogía que se llama ‘Los olvidados del sur’. La siguiente película se llama ‘Sueños de Idomeni’, donde hay abandonados miles de refugiados y vallas de cuchillas como la de Melilla, aunque algo más baja. Esta película la hago con (el actor y director) Héctor Melgares.