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Los más pequeños, alentados por los colegios, mantienen viva la tradición
Por unas horas, te permite ser quien siempre quisiste. Los melillenses desempolvan estos días sus baúles y ultiman los preparativos para celebrar el Carnaval, una tradición que, según varios establecimientos de la ciudad, se mantiene viva en Melilla gracias a los niños.
Para Isaac, gerente de Juguetoon, son los colegios los que “más tiran del Carnaval” en la ciudad. “No notamos mucho ambiente carnavalero en Melilla”, asegura a El Faro. No obstante, en su establecimiento se pueden encontrar diversos y variados disfraces, sobre todo infantiles aunque también alguno para adultos, y una amplia gama de complementos como pelucas, coronas, sombreros y hasta aparatos dentales, y sangrientas dentaduras para transformarse en todo un vámpiro.
Sin embargo, este comerciante, cuya familia lleva vendiendo juguetes desde hace varias generaciones, explica que la campaña de Carnaval no es muy fuerte en su establecimiento. Es más, dice que en Navidades vende casi tantos disfraces como en estas fechas.
“A los pequeños les gusta mucho disfrazarse. El sueño de un niño es convertirse en superhéroe”, apunta, añadiendo que para eso no hace falta que sea Carnaval. Además, señala que la fiesta de Halloween también se va haciendo hueco en la ciudad y durante esos días se venden muchos artículos para convertirse en el personaje más terrorífico.
La superheroína de moda
Y si la actualidad suele mandar en el caso de los disfraces de los adultos, es así también para los niños. En esta edición, ha triunfado el disfraz de Ladybug, una suerte de superheroína que es una mariquita y cuya serie triunfa entre los más pequeños.
Aunque parece que las tradiciones no cambian mucho y los estereotipos mandan aún: las niñas siguen prefiriendo los disfraces de princesas y hadas. Mientras, los niños se decantan por los superhéroes. Clásicos como Superman, Spiderman o los personajes de Star Wars nunca se pasan de moda.
Para Isaac, una de las cosas que ha ido cambiando a lo largo de los últimos años es que la mayoría de disfraces proceden de importación ya que la fabricación nacional se ha visto muy perjudicada por la competencia de otros países. El comerciante indica que hay que tener cuidado a la hora de comprar porque el precio es más bajo pero la calidad, también. Por ello, señala que cuando el comercio los adquiere, deben fijarse en que se cumple la normativa, sobre todo en los casos de los complementos para niños y en las pinturas, para que no sean tóxicas.
Para Farah, encargada del Bazar Elgoo, “si no fuera por los niños pequeños, que lo mantienen vivo, ya se hubiera perdido el Carnaval”. Y en este punto, también coincide en que son los colegios los que hacen que perdure la tradición. Así durante estos días, los padres vienen al establecimiento pidiendo “goma eva, fieltro, cartulinas de purpurina” porque los centros prefieren que sean los alumnos quienes confeccionen los disfraces.
En esta edición no han traído disfraces por la falta de espacio del establecimiento pero también porque, según dice, el Carnaval no tiene mucha tirada en la ciudad. Eso sí, venden pelucas y todo tipo de complementos. “Y también se demandan mucho los tutús para los disfraces de niña”, indica.
Aulas Culturales
Casero es también el disfraz que han preparado en Aulas Culturales para Mayores. El Faro pilló ayer a su directora, María Pérez, buscando serpentina para la coreografía que llevarán a cabo hoy las alumnas de zumba y gimnasia. Como manda la tradición, no pudo desvelar más detalles aunque dio una pista: “Irán de negro”.
“A las alumnas les encanta disfrazarse”, reconoce. Y es que no hay edad para el Carnaval, que arrancará mañana viernes en Melilla, con el tradicional pregón y concurso de disfraces, llegándole el sábado su turno a los niños. La imaginación será la reina.