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Un grupo de 25 alumnos de 1º de Bachillerato del IES Miguel Fernández asistió ayer de público a los juicios de los Juzgados de lo Penal número 2
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Presenciaron vistas, conformidades y suspensiones
“Si queréis ser jueces o fiscales, ya sabéis lo que tenéis que hacer: hincar mucho los codos”. Así de claro habló un profesor del IES Miguel Fernández al grupo de 25 alumnos de 1º de Bachillerato de este centro que ayer asistió de público a las vistas del Juzgado de lo Penal número 2 de Melilla. Aunque sólo uno de los estudiantes reconoció que le gustaría llegar a ser juez algún día, esta clase magistral también resultó muy emocionante para el resto de los adolescentes que abarrotaron la sala de juicios, ya que pudieron conocer de cerca cómo se desarrolla la vida en los tribunales de la ciudad.
A pesar de las ganas de los jóvenes y de que había numerosos juicios señalados, muchos de ellos se suspendieron por diversos contratiempos, como la solicitud de un acusado para cambiar de letrado o la imposibilidad de celebrar en ausencia de un procesado para el que se pide una pena de cárcel superior a dos años. Estas circunstancias también sirvieron para acercar a los estudiantes a algunos de los entresijos que marcan el funcionamiento de la justicia.
Aunque se hizo esperar, los estudiantes al fin pudieron desmontar lo que muestran las series y películas tras observar cómo es un juicio en la vida real. En esta ocasión, estuvieron muy atentos a la vista en la que se juzgó un delito de daños que supuestamente tuvo lugar el 16 de octubre de 2017.
La pregunta dirigida a la titular del juzgado era inevitable: “¿Usted sabe al terminar el juicio si la persona va a ser condenada o no?”. Al respecto, la magistrada explicó que, aunque la vista le sirve para llevarse “una primera impresión”, cada caso se analiza minuciosamente, atendiendo a cada prueba, a fin de dictar una sentencia justa.
Tanto la magistrada como la representante del Ministerio Fiscal que estuvo ayer en la sala del Penal 2 se esforzaron por responder a todas las preguntas formuladas por los alumnos y por explicar algunas de las cotidianidades de los juzgados. Por ejemplo, explicaron algo muy común en los tribunales: los acuerdos de conformidad. “Tienen lugar cuando el acusado reconoce los hechos y acepta la pena de la Fiscalía, que la rebaja a la mínima contemplada en el Código Penal”, expusieron.
De hecho, también asistieron a una conformidad en la que un acusado por un delito de resistencia a la autoridad, que ya estaba preso por otra causa anterior, admitía su culpabilidad ante la magistrada, siendo condenado finalmente a una pena de diez meses de cárcel. La vista dio pie a que la fiscal comentase a los estudiantes en qué consistían determinados delitos, como el atentado a la autoridad, grupo que incluye a policías, guardias civiles, sanitarios o profesores.Los alumnos también aprendieron el tipo de toga que lleva cada profesional, según su puesto y su antigüedad. “La de los jueces y fiscales tiene pliegues, mientras que la de los abogados es lisa”, señaló la titular del juzgado. Aclaró, además, qué diferencia al juez del magistrado en la vestimenta, así como en el tiempo de antigüedad.
Uno de los aspectos que más curiosidad generó entre los estudiantes fue la preparación. “Hay que estudiar demasiado”, decía una de las jóvenes tras saber que las oposiciones pueden prolongarse durante años, hasta que se alinean todos los astros. “Es verdad que se sufre, pero cuando se aprueban se olvida todo lo malo”, aclaró la magistrada.