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Representantes del Gobierno y de las culturas que conviven en la ciudad iluminan las tradicionales velas
“La luz de la Janucá vino a iluminar la oscuridad”. Con estas palabras se refirió ayer el presidente de la comunidad judía de Melilla, Jaime Azancot, al significado simbólico que para los hebreos tiene esta festividad. Como es tradicional, el Hotel Melilla Puerto acogió anoche un acto público de encendido de las velas de esta celebración, en el que participaron diversas autoridades, entre ellos el delegado del Gobierno, Abdelmalik El Barkani; y el presidente de Melilla, Juan José Imbroda, además de representantes de las diferentes culturas que conviven en la ciudad.
Y es que, como Azancot recordó, esta celebración, que este año se ha desarrollado desde el día 12 y se prolongará hasta la noche de mañana, rememora el regreso a Jerusalén de los judíos en el siglo II de nuestra era tras vencer al rey sirio Antíoco Epífanes, que quería imponer “la oscuridad” prohibiendo las tradiciones de la comunidad hebrea.
Pero esta festividad no rememora “victorias guerreras”, apuntó Azancot, sino el llamado “milagro” de la Janucá, que recuerda que, al regreso a Jerusalén de los judíos, solo quedaba aceite para que las velas del templo estuvieran encendidas durante un día pero sorprendentemente alcanzó para ocho jornadas.
Como “milagro” definió también nuestra ciudad Azancot , por lo que pidió crear el Día de la Convivencia de Melilla.
Imbroda también hizo hincapié en la sociedad “ejemplar” que es Melilla, basada en el respeto desde hace generaciones y señaló que expertos internacionales podrían estudiar nuestra ciudad como ejemplo de convivencia. “La desconfianza viene del desconocimiento”, indicó.
El gran rabino de Melilla, Yamin Bippan, fue el encargado de pronunciar el rezo antes de comenzar a encender la primera de las velas de la ‘janukiá’, el tradicional candelabro judío de nueve brazos. Después, se fueron iluminando el resto.
La actuación musical de Elad Shaar A Hakafot amenizó la velada, en la que también se degustaron dulces típicos de la repostería de esta comunidad y en la que se repartió a los asistentes el ‘sevivon’, una especie de peonza con la que los niños hebreos burlaban la prohibición del rezo de la Torá, el texto sagrado para los judíos, simulando jugar mientras leían.