No puede pasar inadvertida la unanimidad con que se ha recibido la distinción de Ramón Gavilán como 'Melillense del Año' en esta Feria 2011. En una ciudad como la nuestra, donde la crítica fácil es un deporte para algunos y los 'peros' nunca faltan, en muchas ocasiones con más ánimo destructivo que constructivo, que un galardón no promueva ni una sola voz en contrario, da cuenta por sí mismo de lo acertado, oportuno y merecido de la misma distinción.
Ramón Gavilán no se despide del todo de la vida pública, pero sí se apartará de forma notoria, tras su jubilación como alto funcionario de la Administración local, primero del antiguo Ayuntamiento de Melilla y después de la actual Ciudad Autónoma, donde ejerció el cargo de director general del área de Medio Ambiente hasta que hace ocho años pasó a ocupar el de máximo responsable político de la misma Consejería.
Como bien recordaba en su discurso del pasado martes, en la cena de gala donde se le hizo el aludido reconocimiento, hace tres décadas, prácticamente cuando empezó a trabajar en la Administración melillense, el Medio Ambiente era una cuestión que aún no había calado en la conciencia de la sociedad como vendría a suceder años después, en que pasa a convertirse en un área prácticamente trasversal que debe tenerse en cuenta en casi todas las actuaciones públicas que acaben emprendiéndose.
Ramón Gavilán participó en el diseño de la actual Incineradora de Basuras, mucho más moderna y eficaz que aquella otra que inaugurara el alcalde socialista Gonzalo Hernández y que duró menos de una década, por la muchas toxinas que producía y sus constantes averías.
Ha sido el artífice, junto al resto de técnicos de la Consejería que acabó dirigiendo, de la política medioambiental que se ha desplegado en Melilla y que, con sus 'peros', ha logrado resolver algunos de nuestros problemas más básicos.
Justo merecedor del título de responsable también de los muchos avances en políticas hidráulicas y en la mejora de nuestra red de saneamiento y aguas pluviales, Gavilán se ha ganado el respeto y la admiración de los que hemos acabado convertidos en sus paisanos, gracias a su inteligencia, su saber estar y su equidad a la hora de tratar con sus congéneres.
Granadino de nacimiento, vino a esta ciudad, como él mismo ha recordado en estos días, por sólo tres meses y ha acabado quedándose para siempre, porque tras 37 años no es ya otra cosa que melillense.
El título que se le ha concedido, creado de forma informal en el marco de una invitación a la prensa en tiempos de Ignacio Velázquez como alcalde, ha crecido con el paso de los años y, desde hace ya una década, se otorga de forma muy protocolaria en una cena de gala que, por cuestiones de espacio, tiene a un número de comensales muy restringido y selecto.
El protocolo ha obrado en beneficio de la mayor relevancia y prestancia de un título que ya comparten, si la memoria no me falla, un total de 20 melillenses, entre los que cabe destacar a algunos tan queridos como César Jiménez, Ayu Lalchandani, Paco Platero, Manuel Carmona Mir y Eduardo Morillas, por citar sólo a parte de los merecedores de un galardón pleno de emotividad y reconocimiento a quienes han sabido convertir su sabiduría en una aportación productiva para el conjunto de nuestra pequeña sociedad.
Los homenajes siempre son bienvenidos cuando son merecidos, y no hay que esperar al final de toda una carrera para concederlos.
Ramón Gavilán se ha jubilado como funcionario de la Ciudad Autónoma, pero seguirá al frente, al menos durante el curso académico que ya comienza, como director del centro local de la UNED, puesto que viene ejerciendo desde el año 1976.
En este área educativa, que tantas oportunidades ha brindado a muchísimos melillenses, con la consiguiente ventaja para el total de Melilla, nuestro nuevo 'Melillense del Año' también ha despuntado como un gestor paciente, que ha sabido poco a poco ir consolidando el valor de la UNED y su presencia en nuestra ciudad.
Sinceramente me alegro de que este hombre jovial, padre de ocho hijos (tres de ellos nacidos aquí), haya merecido este destacado galardón, porque siempre supo hacer de sus conocimientos una fuente de enseñanza para los demás, gracias a su talante pedagógico como el profesor nato que nunca ha dejado de ser, desde que en el año 74 cambiara su puesto de profesor en la Universidad Politécnica de Madrid por una plaza en la Comandancia de Obras de Melilla.
Como dijo el presidente Imbroda, Gavilán es un ejemplo en la gestión pública y la docencia en general, y en la política en particular. Mi enhorabuena por tan merecido título.