Hoy se celebra el último Pleno de Control del presente mandato electoral. Es una oportunidad única para que nuestros políticos muestren sus distintos estilos, sus distintos enfoques a la hora de hacer política, las diferentes prioridades que deberían diferenciarlos a la vez que distinguirlos ante los electores de cara al próximo 22 de mayo.
Me temo, desgraciadamente, que no será así. Para empezar porque se ha preparado, coincidiendo con la sesión plenaria, una manifestación de supuestos parados independientes que, al parecer, tienen que ver mucho con aquellos otros que ya se concentraron hace casi un mes en la Plaza de España, para contribuir a poner al Gobierno local en un brete, por su permisividad con el campamento pro Alí Aarras y su negativa en cambio a consentir la protesta ‘espontánea’ de los supuestos parados independientes.
La convocatoria de hoy tiene mucha gracia en una ciudad con más de diez mil parados, incursa en una investigación judicial por presunta manipulación de las contrataciones en los Planes de Empleo dependientes de la Delegación de Gobierno, y especialmente perjudicada por la nefasta política económica del Gobierno socialista de Zapatero.
Dicen los convocantes que han ido al paro por culpa de la Ciudad Autónoma: porque las empresas para las que trabajaban se han quedado sin contratos con la Administración local. En estas fechas preelectorales, nada de lo que sucede es por casualidad. A todo hay que buscarle un por qué, una razón que no se explicita a las claras pero que se vislumbra claramente.
Resulta evidente que cualquier protesta contra el Gobierno melillense no surge de la nada, que sirve a los contrarios al Gobierno local y que, por tanto, no es ajena a ese trípode compacto que en los grupos de PSOE, CpM y nuevo PPL aglutina todos sus recursos para abatir al más fuerte.
Las octavillas convocando a la concentración contra el PP local y su Gobierno en la Ciudad Autónoma han coincidido con otras sobre gastos en comidas durante la última década larga de presidencia de Juan José Imbroda. Hablan de 9 millones de euros con total ligereza y meten en ese gran saco todas las invitaciones que se han realizado, haciendo partícipes del derroche a los muchos invitados a galas diversas, bien sea para mayores, asociaciones de vecinos o entidades varias, bien para agasajos diversos y obligados en función de reconocimientos o por el renombre de los invitados, etc, etc. No se distingue entre comidas opulentas que pudieran evitarse y comidas o galas populares. Basta con ofrecer una abultada cifra global para intentar trasmitir que el Gobierno Imbroda es despilfarrador hasta la extenuación.
Personalmente, creo que este Gobierno podría haber sido más austero, pero también que lo ha sido más que sus antecesores. Como ejemplo, el Gobierno de Aberchán, por su coste idéntico al de Imbroda, pero con diez años de diferencia que no permiten barajar la cuantía bruta con la misma escala de valores; o por el hecho incontestable de que se pagaba con cargo a las arcas locales, mientras que el de Imbroda, gracias a las gestiones en tiempos de Presidencia de Aznar, se paga con cargo a las arcas estatales, a través de una partida del Estado que se trasfiere a la Ciudad Autónoma para ese único fin y sin posibilidad de ser empleada en otros menesteres.
La oposición no tiene autoridad moral para espetar lo que espeta, pero además demuestra que no tiene recursos ni ideas para hacer otro tipo de discurso. Sirva como ejemplo las críticas al Kursaal, del que siguen diciendo que ha sido un espolio aunque el propio Ministerio de Cultura, gestionado hoy por los socialistas, diga que la recuperación de su fachada y reconstrucción de su interior se ha hecho correctamente, porque tampoco quedaba nada dentro del antiguo Cine Nacional que tuviera valor patrimonial o artístico y por tanto mereciera ser conservado.
Inventa también la oposición sobre su coste y trasforma en 18 millones los 13 que ha supuesto la compra del solar primigenio y las obras y equipamiento del nuevo teatro, sin explicar de dónde saca los 5 millones que añade a las cuentas tan caprichosamente.
Niega en suma que el teatro es un inmueble público al servicio de la ciudadanía y por tanto para uso público, con el fin único de justificar lo injustificable, tal cual es que no mereciera ni un euro de apoyo por parte de la Administración central socialista para hacerlo posible.
Hoy amenazan con hacer del Kursaal su arma principal contra el Gobierno Imbroda. Con ello ya se retratan: Si son esos los mimbres para criticar al Ejecutivo melillense qué más se puede decir. La realidad es tozuda y el Kursaal es una gran obra y una mejor inversión de la que podemos sentirnos muy orgullosos. Hacer creer lo contrario resulta harto difícil.