“No sabemos que hacer más. Tenemos una casa llena de grietas en la que apenas podemos dormir tranquilos. El día del terremoto se desprendió un trozo de ático, la zona fue precintada por los Bomberos y ahora nos dicen que hemos de esperar a los técnicos. Hemos venido a entregar los papeles y nos han dicho que pueden tardar una semana, un mes... o un año”.
Mohand y Souraya son dos vecinos melillenses especialmente descontentos con la gestión de las ayudas para los afectados por el terremoto por parte de las autoridades. Explican su hastío por la lentitud de los procedimientos y la falta de respuesta de los organismos competentes, pues han acudido tres veces al parque de Bomberos a pedir los resultados del informe y no han conseguido nada.
“Hemos dado más vueltas que una noria: primero a Delegación, Obras Públicas y ahora hemos de ir de nuevo a los Bomberos a solicitar un informe que parece que nunca va a llegar”, comenta Mohand. Su esposa se muestra desconcertada ante la falta de sincronización de las autoridades, pues alega que “cada uno les dice una cosa”.
Pese al redoblado esfuerzo de Bomberos, técnicos y funcionaros, aún son numerosos los ciudadanos que, 12 días después del terremoto, siguen sin saber que ocurrirá con sus viviendas y, sobre todo, si finalmente serán amparados por el Decreto Ley que ayuda a paliar las consecuencias de este tipo de catástrofes.
La oficina de Registro situada en el edificio anexo a la Delegación del Gobierno experimenta un goteo incesante de perjudicados por el seísmo, que reclaman cualquier tipo de arreglo a efectos inmediatos. Al menos acabar con la incertidumbre que padecen.
Barrios periféricos
Los habitantes de los distritos menos céntricos de la ciudad reclaman una mayor atención gubernamental, pues se sienten agraviados al compararse con otras zonas de más enjundia de Melilla, en la que observan la celeridad de las obras de reparación por los daños sufridos.
“Mira, mira, ¿cuánto han tardado en montar las grúas?, se queja amargamente Milud, vecino del barrio Reina Regente apuntando a las torres del edificio de la Asamblea.
“Mi barrio está abandonado, no tenemos ni farmacia, ni carreteras para que vengan los Bomberos o las ambulancias. ¿Quién viene allí cuando realmente se necesita? ¿Dónde se van los impuestos que tengo que pagar como cualquier vecino del Paseo Marítimo?”.
Este melillense, cabeza de familia con cinco niños a su cargo, muestra en su móvil las fotos de las múltiples grietas aparecidas en su casa. “Cualquier día tenemos una desgracia, y ¿quién paga los platos cuando pasa algo así? Con cinco criaturas que tengo...”.
Este vecino, como tantos otros, desconoce los protocolos de actuación para esta serie de casos, por lo que reclama una mayor información gubernamental, ya que dice desconocer sus derechos tras esta serie de eventualidades.
La puerta de Delegación es un carrusel de caras pesarosas y desconcertadas, como la de Nayaad, que ha preferido ocultar su rostro pero no su historia. Esta vecina de La Cañada de Hidún denuncia la indefensión que padecen en su barrio.
Nayaad cuenta que los Bomberos diagnosticaron una fractura de gran calado como especialmente peligrosa. De hecho, las recomendaciones que le dieron fueron las de abandonar su casa en el supuesto de otro eventual seísmo.
“Llegaron rápido, miraron todo y echaron fotos. Nos dijeron que allí no deberíamos estar... ¿pero a dónde nos vamos? Y ahora viene lo difícil, el papeleo... porque como sabrás, allí arriba casi nadie tiene escrituras, ni nada, se nos hace el doble de difícil”, relata.
Así pues, y pese a las múltiples muestras de satisfacción entre los entes públicos por la gestión de los efectos del terremoto, aún son muchos los vecinos de Melilla que se consideran en una situación de preocupación, desconcierto o desamparo ante el estado de sus viviendas.
Según fuentes de Delegación, se estima que en los próximos días sigan recibiendo peticiones de ayuda para los daños que el terremoto ocasionó en sus hogares.