EL pasado lunes, Melilla se despertó con el sobresalto en el cuerpo. Un terremoto de 6.3 grados en la escala Richter provocó que miles de melillenses se echaran a la calle por el temor a que los edificios pudieran derrumbarse.
Hoy, una semana después, entre réplica y réplica, la ciudad comienza a retomar su normalidad. No del todo, por supuesto, porque aún hay muchas familias desalojadas que tardarán en regresar a sus viviendas. Y son numerosos los trabajos que tendrán que ejecutarse en los próximos meses para restaurar los inmuebles afectados. Pero, mientras tanto, cualquier detalle, cualquier noticia de interés al respecto es bienvenida. Por ejemplo, ayer abrieron al tráfico las calles del centro que han permanecido cerradas toda esta semana, como Cándido Lobera y General Prim. En la primera, de hecho, ya se ha reinstalado la parada de taxis. Otra muestra más de esta vuelta a la normalidad, sin duda significativa, es la apertura del Palacio de la Asamblea a los funcionarios. Salvo los departamentos de Servicios Jurídicos y Contratación, el resto regresará hoy a las dependencias de la Plaza de España. El público en general podrá entrar pasado mañana. El Palacio de la Asamblea fue uno de los edificios más dañados por el temblor, de modo que es buena señal que se permita el acceso a los empleados de la Administración pública, a pesar de que aún está por decidir qué ocurrirá con los dos torreones que coronan la emblemática edificación. Esta recuperación del ritmo habitual continúa siendo salpicada por las incontables réplicas que se siguen registrando. No todas llegan a percibirse, pero la sensación de que en cualquier momento volverá a notarse un temblor está en la mente de los melillenses. De hecho, ayer se produjo otro terremoto, esta vez con epicentro en Alborán Norte, de 4.5 grados. Fue en la costa andaluza (Málaga, Granada, Almería) donde se sintió con mayor intensidad. También prosiguen las labores de los Bomberos, que esta semana han recorrido la ciudad constantemente reparando de urgencia los desperfectos en interiores, fachadas y azoteas. Así las cosas, queda esperar que las réplicas vayan progresivamente perdiendo intensidad (magnitud, según el término técnico) hasta desaparecer por completo. Y que las ayudas económicas lleguen lo antes posible para restaurar todo lo dañado.