Pocos edificios afectados en el barrio del Tesorillo.
“En mi local no se ha notado el terremoto. Dentro no tengo ninguna grieta y fuera ya ve que tampoco. Pero vaya a mirar el otro lado de la casa”.
El dueño del locutorio ubicado en la plaza Martín de Córdoba, en pleno barrio del Tesorillo, respira tranquilo por no haber sufrido desperfectos a causa del terremoto que hizo temblar Melilla el pasado lunes. Sin embargo, al doblar la esquina y observar la fachada que da a la calle Cabo Noval, los embates del seísmo saltan a la vista.
El edificio se encuentra junto a la Comandancia de la Guardia Civil y consta de planta baja y primer piso. Una de las viviendas da tanto a la plaza como a la calle.
Escombros ante la fachada
Tras tocar el timbre varias veces para intentar conversar con los inquilinos, uno de los vecinos los llama a voces. Una mujer se asoma a la ventana que da a Cabo Noval y mira hacia los escombros desperdigados en el suelo.
“Dentro de la casa no tenemos ninguna grieta. Todo está bien”, asegura a El Faro desde la propia ventana. “No puedo enseñarle ninguna grieta más que las que ve ahí en la fachada”, continúa la mujer. “Estamos tranquilos”.
Los cascotes aún no han sido retirados y se hallan tras unas vallas colocadas por los Bomberos para evitar que nadie pase junto a la fachada. Los desprendimientos son visibles junto a uno de los balcones y también en la parte más alta de este inmueble.
En la casa contigua, una mujer cargada con bolsas de la compra llama al timbre. “Me he olvidado las llaves”, cuenta. No quiere revelar su nombre ni ser fotografiada. “No me saques en el periódico con estas pintas”, dice.
Sin llamar a los técnicos
“En mi casa no hemos tenido ningún problema, pero mira cómo están aquí al lado”, comenta señalando los escombros y los desperfectos en la pared vecina.
“No he pensado en llamar a los técnicos porque no siento que estemos en peligro”, añade.
En la calle Fernández Cuevas, la principal del Tesorillo, otro edificio también ubicado en una esquina refleja las huellas del terremoto.
La parte más dañada, que da a la calle Regimiento de Nápoles, muestra grietas visibles de lejos a causa de su grosor y longitud.
“Esa casa estaba vacía”, indica el dueño de una tienda de comestibles ubicada frente al campo de fútbol para niños. “Ha sido la única dañada de la zona. Ni en mi local ni en mi casa he tenido ninguna grieta”. Lo mismo dicen sus clientes.