La Dirección Provincial de Educación y la Policía Nacional consideran que los impactos de perdigones hallados en una ventana del colegio Mediterráneo de Melilla son cosa de gamberros y nada tienen que ver con la ubicación del centro en el Barrio Hebreo.
Al parecer, éste es el segundo colegio de la ciudad utilizado por los vándalos para hacer diana.
Si bien los gamberros practican el tiro al blanco en horario no lectivo (toda una deferencia por su parte), confiemos en que la Policía los detenga antes de que sigan disparando a otras ventanas.
El Faro pudo comprobar ayer que la tranquilidad es la tónica general entre los padres de alumnos del colegio Mediterráneo. No han sacado las cosas de quicio.
Lo que sí parece ir a más es la polémica en torno al uso del burka en los centros de enseñanza. Por un lado, el Enrique Soler asegura que por seguridad exigen ver la cara de la persona que va a recoger a un niño. Por otro, Coalición por Melilla, defiende que no se le impida la entrada al colegio a una mujer con velo integral, siempre que ésta esté dispuesta a levantárselo para identificarse a la hora de recoger un alumno.
El director provincial de Educación, José Manuel Calzado, intervino en el debate para enviar un leve rapapolvo al Enrique Soler al asegurar que no entiende a qué viene ahora la colocación de un cartel a las puertas del centro, indicando la prohibición de acceder a él con la cabeza cubierta por un casco, un pasamontañas o un burka.
Y también ayer Imbroda dio su opinión: “El burka es cosa de la Edad Media”. Se puede decir más alto, pero no más claro.
Y sí que se ha dicho alto. Los medios nacionales, entre ellos El País, se hicieron eco de la polémica del uso del burka en Melilla.
Puede que en el resto de España haya posiciones menos encontradas que en la ciudad, donde en los últimos años se ha extendido el uso del velo integral. De hecho se ve más en nuestras calles que en las de Nador.
Cada uno puede vestirse como desee y hacer gala de sus creencias religiosas como estime pertinente, pero es comprensible que en un país que está en el nivel 4 de alerta antiterrorista, sólo un escalón por debajo de sacar el Ejército a las calles (nivel 5) se extremen las precauciones y se exija a todos que se identifiquen a la entrada de un edificio público.
Si vemos normal que los guardias civiles y policías usen chalecos antibalas en Melilla, también deberíamos entender que aumenten las exigencias.
Lamentablemente, los palos siempre van al mismo lugar y probablemente con injusticia, pero ahora mismo la seguridad es lo primero. Después de lo ocurrido en París, nada volverá a ser como antes.