Se confirmaron los peores augurios: El reinicio de las obras del Hospital Universitario sufre un nuevo retraso. El último viaje a nuestra ciudad del director del Ingesa, José Julián Díaz Melguizo, no tenía otro motivo que comunicar personalmente la mala noticia.
Ni vino a anunciar, como prometió hace un mes, que se retomaba la ejecución de un proyecto vital para los melillenses ni ofreció el menor indicio de tener intención de presentar la dimisión por su fracaso. No ofreció nada más que excusas. En realidad, Melguizo sólo vino a pedir. Pidió a los melillenses “perdón, comprensión y un poco más de paciencia”.
¿Cuándo faltan unos meses para que se cumplan cuatro años desde su llegada al cargo, Melguizo puede pedir todo eso sin ofrecer nada a cambio? El director del Ingesa dijo que había querido venir para dar personalmente todas las explicaciones. Es decir, que había preferido dar la cara en Melilla antes que ofrecer su cabeza en Madrid.
Sin embargo, de los errores se aprende. A partir de ahora ya nadie se la podrá exigir su dimisión porque no se volverá a equivocar: No ofrecerá nuevas fechas para el reinicio de las obras. Hace meses su subordinado, el director territorial del Ingesa, Francisco Robles, tomó esa misma decisión y desde entonces nadie le señala con el dedo. Incluso tiene la posibilidad de pasar desapercibido si vienen mal dadas. Así lo hizo ayer, cuando, en lugar de aguantar el chaparrón junto a Melguizo (su superior) y El Barkani (quien le nombró), prefirió sentarse entre el público que asistía a la rueda de prensa y luego escabullirse de los periodistas junto a Pedro Villarroel, su mano derecha (o no) y gerente del Comarcal.
Antes de que a los dos máximos responsables de la Sanidad Pública en Melilla se los comiera la tierra, Díaz Melguizo habló para los medios de comunicación, pero no dijo casi nada. De hecho ayer llevó hasta el extremo su nueva estrategia de desentenderse del calendario. Ni siquiera quiso comprometerse a decir cuándo se sustituirán los ascensores del Comarcal, ésos en los que a veces se quedan atrapados hasta 20 minutos tanto personal médico como los propios usuarios. “A la mayor brevedad posible”, se limitó a decir, que en el caso del Universitario (para el que usó la misma respuesta) va camino de los cuatro años.
Sobre las obras en el centro de salud de Polavieja, dijo que se sacarán a licitación dentro de dos semanas, lo que en el lenguaje del director del Ingesa puede significar que Melguizo no verá poner o quitar un solo ladrillo a poco que adelante algo las elecciones el presidente Rajoy, a quien hay que suplicar (si las gana) que no vuelva a poner a un cenizo al frente de la Sanidad Pública en nuestra ciudad.
Por su parte, el delegado del Gobierno, acostumbrado a recibir palos desde todos ángulos y casi nunca por motivos achacables a su directa gestión, ayer se sitió de nuevo en la obligación de salir a la arena para defender otra causa perdida. En lugar de pedir en el Ministerio la cabeza de Melguizo, como probablemente le pedía el cuerpo, lanzó fuego de artillería con poca metralla contra el PSOE, de donde le llegarán en breve los ataques más duros. Su principal argumento, la nefasta gestión de los socialistas en la construcción del Hospital Universitario, hubiera sido suficiente hace cuatro años para acallar las criticas de un manotazo. Sin embargo, cuando el último presidente socialista ya es historia y nadie se acuerda de quién fue su último ministro de Sanidad, incluir a Zapatero en el argumentario contra el PSOE suena a medida desesperada. Es como lanzar fuegos artificiales contra el enemigo, quien puede entenderlos como que al otro lado de la trinchera han empezado a celebrar la derrota por todo lo alto.