Son hechos intolerables en cualquier momento, pero son absolutamente inadmisibles durante una campaña electoral que aspire a poder ser calificada como ‘civilizada’.
Es muy difícil encontrar otra localidad española donde hayan ocurrido tal número de sucesos vergonzosos desde el inicio de la campaña electoral. La misma noche de la pegada de carteles, los cepemistas denunciaron que unos individuos habían retirado la propaganda que acababan de colocar en el espacio reservado para la formación política liderada por Mustafa Aberchán. Días después, unos seguidores del PP fueron supuestamente agredidos por simpatizantes de CpM o éstos últimos fueron provocados por los primeros. Más tarde, una afiliada del PP de ‘de toda la vida’ fue, al parecer, rodeada por seguidores cepemistas cuando ésta iba a pagar una factura a Correos. Anteriormente, unos desconocidos sustraen a un cartero trece sobres con documentación para ejercer por correo el derecho al voto. Y no sólo eso. Además la utilizan para intentar votar de manera fraudulenta.
Y finalmente ayer, unos desconocidos tirotean el zepelín de PPL cuando éste iba arrastrado por un vehículo del partido que circulaba por el Paseo Marítimo.
Quizá no sea posible alcanzar en Melilla el nivel de concordia o respeto que existe y no es extraño entre candidatos, afiliados y simpatizantes de partidos contrarios en otros municipios españoles. Sin embargo, esa ‘imposible convivencia’ política no puede llevarnos a ver como algo natural todo lo que está sucediendo durante la campaña electoral en nuestra ciudad. Es preciso concienciar de que todo esto es inaceptable a la parte de la población melillense que no ve la gravedad de todos estos actos. Pero es más importante aún que las Fuerzas de Seguridad y la Justicia actúen con contundencia y de un modo ejemplarizante. Mientras los autores y quienes les incitan a cometer estos hechos no tengan que asumir ninguna responsabilidad por los mismos, no podremos decir que los melillenses somos como el resto de los españoles.
Tal vez no sea fácil hacer ver a todos los ciudadanos la importancia de poner fin a estos sucesos. En realidad, es fácil defender que no revisten mucha gravedad, pero su verdadero peligro está en que pueden ser el germen de otros hechos más graves si hoy no son erradicados de raíz. ¿Qué garantía tenemos, por ejemplo, de que si no hacemos algo ahora dentro de unos años no haya ciudadanos que no se atrevan a expresar sus ideas políticas por temor a agresiones? ¿Quién puede asegurar que los vehículos con propaganda electoral podrán circular con normalidad por nuestra ciudad en próximas campañas electorales si los autores de los disparos contra el zepelín de PPL no son identificados, detenidos y llevados ante el juez? ¿Cómo podemos estar seguros de que no van a ser violados todos los derechos que nos asisten como ciudadanos cuando echamos un sobre al correo si quedan impunes los autores del robo al cartero?
En sí mismos, todos ellos son ya hechos inadmisibles, pero lo son aún más por las consecuencias que pueden acarrear en un futuro si hoy no les damos la gravedad que tienen y no hacemos todo lo posible para que no vuelvan a repetirse.