La primera línea del frente en la batalla contra el yihadismo no está en las aulas. Sin embargo, actuar desde las escuelas contra la barbarie de los radicales islamistas es la mejor garantía de que su loca carrera de odio y destrucción no tendrá mucho recorrido.
La detención el pasado verano de una adolescente de 15 años que había viajado desde Ceuta a Melilla con la intención de llegar a Nador para luego dirigirse a Siria, donde tenía planeado integrarse en las filas del yihadismo, es una señal de hacia dónde debemos dirigir nuestra atención. Sin esta constante incorporación de ciudadanos occidentales a las filas de los radicales, la fuerza del Estado Islámico se vería mermada considerablemente. Ganar en este campo de batalla y evitar la formación de una ‘quinta columna’ de extremistas es la mejor garantía de éxito para la civilización.
Tenemos ‘armas’ suficientes para ganar este combate que se desarrolla en nuestro propio territoria. Sólo hay que apoyar la labor que realizan los docentes en las aulas. Es imprescindible poner a disposición de maestros y profesores los medios y recursos que sean necesarios para reforzar su labor de hacer llegar y difundir entre el alumnado los valores que sustentan nuestra civilización. El respeto hacia el semejante es el primero de ellos, está en la esencia de todas la religiones y constituye la columna vertebral de la cualquier sociedad justa. A partir de este concepto tan sencillo, se puede articular diversos sistemas políticos democráticos, todos basados en la convivencia pacífica, igualitaria y justa. Ante ciudadanos convencidos de la superioridad de la democracia, del respeto al prójimo, de la vida como valor supremo... ante el conjunto de valores sobre los que se sustenta la civilización, el extremismo y la locura islamista tienen la batalla perdida, al menos en el campo de la lógica y del sentido común porque la burda propaganda yihadista queda neutralizada.
Con esta armadura fraguada en las aulas, la adolescente captada en Ceuta y que viajó hasta nuestra ciudad para llegar a Nador y luego incorporarse al Estado Islámico hubiera contado con un antídoto infalible frente a los enredos y maquinaciones de los yihadista. Un ciudadano es inmune a la locura extremista si está convencido de la superioridad de los valores que sustentan nuestra sociedad, donde la convivencia pacífica de culturas, credos e ideas no es una quimera. De hecho, los melillenses tenemos la suerte de disfrutar de este logro de la coexistencia y la tolerancia en unos niveles desconocidos en otras regiones donde también impera la civilización.
No hay nada que pueda ofrecer a un demócrata convencido el Estado Islámico más allá de la violencia, la sinrazón, el extremismo y de la dictadura de unos psicópatas iluminados por su propia locura.