La Fundación la Caixa, el SEPE y el centro penitenciario han organizado un curso de camarero para 20 reclusos de Melilla. Los alumnos hicieron ayer una demostración de lo aprendido
Una veintena de reclusos del centro penitenciario de la ciudad recibió ayer sus diplomas tras la realización de un curso de camareros organizado por el SEPE (Servicio Público de Empleo Estatal) y financiado por la Fundación la Caixa. Durante algo más de dos meses los internos de la cárcel han adquirido habilidades para poder trabajar en la hostelería una vez que finalicen su condena. El objetivo de este tipo de cursos es facilitar a estas personas la reinserción en la sociedad una vez que abandonen la prisión.
Los veinte alumnos, entre los que había dos mujeres y 18 hombres, han dedicado 260 horas a aprender a servir a los clientes o a preparar platos a la vista de los comensales. Ayer mismo, tras recoger sus acreditaciones, hicieron una demostración de cómo se corta y sirve una pieza de carne o cuál es la técnica para quitar la espina a un pescado.
El director de la cárcel, Francisco Rebollo, agradeció tanto a la Fundación La Caixa como al SEPE la colaboración para la realización de este tipo de formaciones que, además de enseñar una profesión a los internos, también sirven para que estas personas mejoren sus habilidades sociales.
El curso ha constado de varias partes. Una primera teórica, en la que los alumnos han aprendido conceptos básicos de hostelería, que se ha completado con la realización de prácticas en empresas de la ciudad. Además, los internos que han participado en la formación también han tenido que trabajar para mejorar en sus relaciones personales y realizar tareas colaborativas con ONGs de la ciudad.
La responsable de Melilla Acoge, Isabel Torrente, explicó en declaraciones a El Faro que los veinte alumnos del curso tenían la obligación de realizar acciones solidarias para completar la formación. Ellos mismos tenían que diseñar un plan de actuación y llevarlo a cabo. En esta ocasión decidieron organizar una merienda, que se celebró hace un par de semanas en la Plaza Menéndez Pelayo. Los reclusos prepararon la comida y se encargaron de repartirla a cambio de alimentos no perecederos que fueron entregados a ONGs de la ciudad.
En definitiva, este tipo de cursos formativos pretenden que los participantes mejoren su capacidad de acceso al mercado laboral, pero también sus habilidades a la hora de relacionarse con otras personas una vez que estén fuera de las paredes de la cárcel. Los responsables del curso resaltaron la implicación de los alumnos en la formación y aseguraron que en general han sabido aprovechar muy bien la oportunidad que se les ha brindado de recibir una formación especializada que les permitirá trabajar como camareros una vez que estén libres.