Las dos navieras que conectan Melilla con la península han colgado a estas alturas de agosto el cartel de ‘No hay billetes’ hasta el 1 de septiembre.
No sabemos si en estos diez días se plantearán poner barcos adicionales, pero basta con tener el Mediterráneo ‘cerrado’ para que se nos presente una urgencia. Es entonces cuando admitimos nuestro fatalismo geográfico, sufrimos de insularidad prematura y finalmente nos tenemos que rascar el bolsillo de manera compulsiva porque la competencia entre las tres aerolíneas que operan en ciudad no ha dejado los precios de los vuelos ajenos a lo que pasa en el resto de España: De chollos, nada de nada.
También nos queda otra opción: Cruzar la frontera y coger el barco en Nador con destino a Almería o Motril. Es de risa: Hasta una de las provincias más atrasada de Marruecos tiene mejor servicio marítimo que Melilla.
El problema del transporte en barco es quizás uno de los más comentados en la Redes Sociales porque nos afecta a todos, a los de un lado y a los del otro. A todos.
Se nos pone la carne de gallina con los buques que prestan servicio entre Melilla y la península. Todos acusan la falta de personal y entrar al aseo al final de la travesía es cosa de valientes.
Nos han prometido un contrato marítimo mejor y con más inversión del Gobierno central y esperemos que esta vez las navieras accedan a concursar.
Tiene que haber una forma de resolver cómo acortar el abismo que separa a un melillense del resto de españoles, incluidos a los que viven en Ceuta, Canarias o las islas Baleares.
Estamos lejos y con sensación de abandono. Si esto que estamos viviendo en Melilla pasara en Cataluña, no queremos ni imaginar cómo reaccionarían.
Pero estamos en África y el sentimiento de resignación; la postura de esto no va conmigo o las ganas de que lo resuelvan otros, terminan dejándonos a merced de las navieras. Ellas deciden.
El pasado día 18, Armas pidió disculpas a través de Twitter por la “kilométrica” pasarela que ha empeorado, según la compañía, el servicio que presta en la ciudad.
Por algún motivo que todos podemos imaginar, la naviera borró el ‘tuit’, pero no el rastro de muchos internautas que consideran que caminar 300 metros con altibajos, cargados de equipajes y después de un largo y sufrido viaje es una labor titánica.
Éstas son las consecuencias de vivir en Melilla. Aislados y gastando una barbaridad para poder pisar la península. Algo habrá que hacer, porque esto ya canta por bulerías.