El paro ha vuelto a subir en Melilla y lo ha hecho en 386 personas, lo cual representa un 4,61% más que en el mes de septiembre, según los datos oficiales aportados por el SEPE. Ya pasan de 8.700 los melillenses que no tienen empleo, una cantidad muy importante que debe hacer reaccionar a los poderes públicos para que pongan medidas más allá de hacer anualmente algún plan de empleo.
Los números demuestran que la ciudad vivía en un mundo paralelo a la realidad con gente trabajando de forma temporal previo pago por parte de la Administración. En cuanto la burbuja se pincha con la finalización de los planes, llegan las cifras ciertas, que se corresponden con una Melilla en período de reinvención económica y a la que la falta de una aduana comercial, la entrada de marroquíes para hacer compras y el contrabando le están pasando factura.
Y el paro se ceba, fundamentalmente, con el sector servicio, lo cual forma parte de la lógica si partimos de la base de que es el único tejido productivo de la ciudad: comercios, hostelería, gestorías…, sufren muy profunda y directamente una crisis que parece no tener fin desde 2018, cuando Marruecos decidió por su cuenta y riesgo que cerraba la aduana comercial con Melilla. Por si algo faltara, después vino la pandemia y el cierre a cal y canto de la frontera.
Desde que en mayo de 2022 abrió de nuevo el paso de Beni-Enzar, nada ha vuelto a ser lo mismo. Los marroquíes han decretado la asfixia económica de los melillenses y han endurecido su posición anexionista sobre nuestro territorio. En consecuencia, ni siquiera permiten un régimen de viajeros que sí acogen con los brazos abiertos si el visitante procede de la península directamente a sus puertos y aeropuertos.
Tanto ha cerrado su postura en contra de la soberanía española de Melilla que ni siquiera ha permitido la entrada por la frontera de la ayuda que los melillenses habían aportado para las familias afectadas por el terrible terremoto de Marrakech. Pero bueno, eso es otro cantar.
Al fin y al cabo, no es a Marruecos a quien tenemos que levantar la voz sino a nuestro Gobierno en Madrid, incapaz de hacerle cumplir compromisos que están más que firmados y ratificados en la Reunión de Alto Nivel (RAN) de febrero pasado en Rabat. Entre ellos, la apertura de la aduana y el respeto a la soberanía.
El presidente de la CEOE, Antonio Garamendi, ha estado estos días en la ciudad y se ha comprometido con el Gobierno de Imbroda a interceder ante el Ejecutivo de Sánchez para todos esos asuntos pendientes con el vecino del sur. También lo hará para que se cambie la bonificación a la Seguridad Social y se vuelva al antiguo sistema de la aplicación directa del 50% a las cuotas patronales, de las que también se beneficiaban los trabajadores.
El caso es que Melilla necesita medidas urgentes. Las líneas estratégicas puestas en marcha por el Gobierno autonómico para configurar ese nuevo modelo económico necesitan tiempo para desarrollarse y la ciudad no puede esperar. Los datos del paro dejan claro que se trata de algo urgente.
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