El aeropuerto de Melilla vive, como reconoce su director, Miguel Palomares, un “momento dulce”. Mañana, por primera vez, estará conectado con el Noroeste español, el punto cardinal que le faltaba, con un vuelo semanal a Santiago de Compostela que permite a la ciudad autónoma tender más puentes que nunca con el resto del país.
“Estamos encantados”, reconoce el máximo responsable del aeropuerto de Melilla, cuya terminal reflejará desde este sábado en sus paneles de llegadas y salidas un total de nueve destinos: Málaga, Madrid, Granada, Almería, Sevilla, Barcelona, Gran Canaria, Palma de Mallorca y Santiago de Compostela.
Un récord de conexiones que es síntoma del crecimiento que la infraestructura de AENA en Melilla está teniendo en los últimos años y que le permitió en 2023 superar todos los registros en sus 55 años de historia, rebasando las simbólicas barreras del medio millón de pasajeros y las 10.000 operaciones.
Todo apunta a que esas cifras se volverán a quedar cortas al cierre de este 2024, en el que el aeropuerto de Melilla hace poco más de 100 días consiguió otro importante hito, ampliar su horario operativo más allá del marcado por la salida y la puesta de sol, gracias a una petición de Air Nostrum, la única compañía que conecta por aire esta ciudad norteafricana.
“El aumento del horario operativo siempre es positivo para una ciudad como Melilla, que necesita esa conexión, donde el aeropuerto es, prácticamente, la base del cordón umbilical con la península”, apunta Miguel Palomares para recalcar el paso que ha conllevado que la operatividad se extienda, incluso, más allá de las diez de la noche.
Hasta ahora, eso solo sucedía en los vuelos medicalizados de urgencia, una excepción que quedó atrás el pasado 31 de marzo, el día en que Melilla dejó de quedarse sin aeropuerto a las cinco de la tarde en invierno, lo que suponía todo un obstáculo para una ciudad que se ha marcado el desarrollo turístico como uno de sus principales objetivos para sobrevivir a la asfixia comercial impuesta por Marruecos en la frontera terrestre.
Las consecuencias de ampliar el horario operativo no se han hecho esperar y el aeropuerto melillense ha cerrado los dos últimos meses, mayo y junio, como los mejores de su historia en la antesala de un verano que tiene “buenas perspectivas de que continúe esa senda de crecimiento, en la misma línea que el resto de España” en la era pospandemia.
Curiosamente, esos buenos datos, que llevan al aeropuerto de Melilla a acumular una subida del 23 % en el número de pasajeros respecto a 2019, con más de 243.000 pasajeros en el primer semestre de 2024, no se traducen en la recuperación de una competencia que tuvo hasta hace dos años y medio y que permitió una guerra de precios beneficiosa para los pasajeros.
Según Palomares, si no hay más compañías operando no es porque el aeropuerto de Melilla sea desconocido en el mundo de la aviación. “Las compañías no son ajenas al negocio que existe, es un ámbito muy competitivo en el que están. Conocen perfectamente la ruta de Melilla, sus crecimientos y operaciones. Si no entran es porque hay algo que no les atrae y muchas veces no tiene que ver con el tamaño de la pista”.
Ampliar la pista de aterrizaje, con 1.400 metros de longitud, es una de las viejas aspiraciones que hay en Melilla, especialmente en los días en que hay nubes bajas, que impiden una buena visibilidad y son sinónimo de cancelaciones en los vuelos -menos del 1 % en 2023-, algo que los melillenses no entienden en una época con tantos avances tecnológicos.
Es entonces, en esos días complicados por meteorología adversa, cuando todo el mundo vuelve al debate sobre la pista y la necesidad de mejorar el sistema de aproximación.
Sin embargo, su director es claro al respecto: “No tenemos mucho más margen de juego. El aeropuerto ha llegado a su techo, por así decirlo, en cuanto a su capacidad. Siempre y cuando no acordemos el poder ejercer ciertos derechos sobre el espacio aéreo adyacente, no podemos hacer nada”, dice aludiendo, sin mencionarlo expresamente, a las limitaciones que supone la vecindad con Marruecos.
La realidad, insiste, es que Melilla tiene “el espacio restringido que tiene”. Y agrega: “Con los colaterales que tiene alrededor la ciudad, es complicado llegar a un punto de entendimiento en el que se pueda producir un crecimiento de la ciudad, tanto del tamaño de la pista como del sistema de aproximación”.
Por lo tanto, “hasta que ese acuerdo no exista, no hay nada que se pueda hacer” desde AENA o la dirección del aeropuerto de Melilla, ya que esa gestión depende de ENAIRE, la empresa del Ministerio Transportes y Movilidad Sostenible que gestiona la navegación aérea en España.
La pista y el sistema de aproximación, en definitiva, son “un tema muy complicado” del que no depende que los vuelos de Melilla los puedan operar aeronaves más grandes, que es otro de los anhelos en la ciudad autónoma. En este caso, Palomares recuerda que eso sería posible porque el aeropuerto cambió de categoría el año pasado.
“Lo que pasa es que las compañías tienen que querer”, algo que no sucede porque los ATR72, los aviones de hélices que operan en Melilla, “están especialmente preparados para este tipo de pistas, viajes y transportes” y las aerolíneas no necesitan buscar una alternativa en aviones más grandes que podría conllevar una pérdida de frecuencias.
Esa es, precisamente, una de las principales ventajas en un aeropuerto como el de Melilla, que juega un papel clave en la conectividad de un territorio extrapeninsular y que sigue buscando la manera de crecer con más de 1,3 millones de euros en obras que van a empezar en breve para mejorar sus servicios a los pasajeros, entre los que hay cada vez más turistas, incluso extranjeros.
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