O los 17, si acaso. La gestión de los asuntos públicos, más allá de la ambición de poder, prerrogativas y hasta de codicia en tantos casos, de quienes se adentran en ella tiene o debe tener como consecuencia, como fin primigenio y primordial, mejorar la vida de la gente y no hacerla, como poco, retroceder.
El debate ha vuelto o quizás nunca se fue: adelantar la edad del derecho al voto en las diferentes convocatorias electorales que marcan el calendario de cualquier sociedad democrática. Un debate lógico y de acorde a los tiempos presentes. ¿Por qué no permitir que esa juventud pueda mostrar sus preferencias, antes de la edad actualmente obligada, cuando tantos asuntos de su incumbencia y que condicionan su vida están muy presentes en los programas e idearios de los partidos políticos?
Cuando se pone en duda la necesaria madurez de los jóvenes en esa edad temprana a la hora de poder ejercer, como derecho y deber, su voto, puede estar esquivándose la realidad de la vida y su devenir ya en las postrimerías del primer cuarto del siglo XXl. Multitud de acciones le conciernen y las ven pasar y desembocar en decisiones desde la distancia y sin, al menos, su opinión. La mejor manera de opinar es depositar la confianza de manera voluntaria y libre en cualquier cita electoral.
A los 16 años la juventud europea estudia, quienes pueden y quieren, pero también la hay que trabaja y rinde impuestos por necesidad o simplemente por opción. En ambas posibilidades, incluso la que nada hace, hay la suficiente consciencia por lo general en como les afecta lo que los elegibles y posteriormente elegidos determinan en su ejercicio como representantes. La democracia abraza a esa importante franja de la ciudadanía y al mismo tiempo, para bien, le condiciona, orientarla en sus entresijos, haciéndola partícipe puede ser una buena herramienta en la creación del hábito de votar y, por ello, de dotar a la propia democracia de mayor salud y mejora.
Muchos jóvenes participan en la vida de los partidos políticos a través de asociaciones o ramas, incluso a la edad que atañe a este escrito. Escuchan o leen sobre facetas que, de una u otra manera, en algún momento de la evolución como ciudadanos de derechos y deberes incidirán en su vida. Sabe, y así ocurre, que existen diferentes maneras de entender los distintos problemas muy presentes en su existir como miembros de una sociedad y otros que vendrán a continuación.
El mundo laboral y su precariedad, la movilidad, la amplitud de las posibilidades universitarias, el uso de las nuevas tecnologías y sobre todo a raíz de su evolución, el clima y sus fisuras, la sempiterna asignatura pendiente de la conciliación familiar para la maternidad o la dependencia, la inmigración y su indudable repercusión en la vida cotidiana y su progreso (con sus luces y sombras), las expectativas de la cultura, el ocio o el simple entretenimiento…tantas y tantas vertientes asociadas ya a una edad temprana que mira hacia el horizonte pero que es, sin duda presente.
Quizás, por ello, su pronta opinión desde la inclusión en el censo electoral de esa panoplia de citas electorales de esta convivencia sociopolítica tan intensa podría ser, además de aire fresco, cuestión de justicia.