LA imagen del fuego devorando las laderas del monte Gurugú nos acompañó ayer durante todo el día. Y las llamas continuaban siendo visibles al caer la noche. Afortunadamente, el incendio no causó daños personales o, al menos, no han llegado a nuestra ciudad noticias en ese sentido.
La visión del humo y el fuego a lo largo de toda la jornada impactó en Melilla. Cada minuto que transcurría sin poder ser sofocado el incendio suponía que las llamas devoraban un poco más el bosque de pinos, eucaliptos y alcornoques. Al final de la jornada, las autoridades del país vecino calculaban en unas 80 hectáreas el área afectada por el fuego. El valor ecológico de los daños causados por las llamas es difícilmente calculable. Un responsable de Guelaya estimaba ayer en mil años el tiempo que será necesario para que la zona recupere el aspecto anterior al incendio.
Ayer perdimos todos, tanto los nadorenses como los melillenses. La imagen del monte Gurugú recortándose sobre el horizonte, visible desde una gran parte de nuestra ciudad, es una silueta que preside el día a día de todos los que vivimos a este lado de la frontera.
Siendo ésa la realidad, resulta difícil de entender que no exista una mayor colaboración entre las autoridades de ambos países para abordar situaciones como la de ayer. Es muy probable que la disposición de las autoridades de melillenses para colaborar en las labores de extinción fuera la misma que las nadorenses para solicitarla. Sin embargo, determinados posicionamientos políticos de ambos países en algunos aspectos impiden que la cooperación sea tan amplia como desearíamos que llegara a ser quienes vivimos a uno y otro lado de la frontera. Actualmente la “extraordinaria” relación entre España y Marruecos, como insiste en calificarla nuestro Gobierno central, se ciñe a asuntos relacionados con la inmigración ilegal y la lucha contra el yihadismo. Sin duda, son dos áreas importantísimas en las que la cooperación beneficia a ambos países, pero no son las únicas. Ayer, con el incendio del monte Gurugú, se demostró que se debe ampliar a otros campos. La cooperación y ayuda ante este tipo de sucesos también sería necesaria extenderla a la lucha contra la delincuencia común, al ámbito de la Justicia, al desarrollo económico, al intercambio cultural, a la colaboración entre entidades sociales... Es difícil encontrar un área en el que la cooperación no suponga beneficios a ambos lados de la frontera. Si ayer hubiera existido, quizás el incendio se hubiera podido apagar a lo largo del día y no hubieran ardido 80 hectáreas del Gurugú, un monte que sentimos como nuestro tanto los nadorenses como los melillenses, al margen de los planteamientos territoriales que defienden nuestros respectivos países.
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