Sobran vecinos en La Cañada. Son muy fácilmente identificables. Son los que guiados por una incomprensible estupidez lanzan piedras contra los autobuses de la COA.
Son los que empujados por una ciega idiotez utilizan la religión para captar terroristas. Son los que se sirven de la fuerza y las amenazas para imponer la ‘ley del silencio’ entre sus vecinos y convertir el barrio en el escenario de sus actividades delictivas. Cinco individuos de este último grupo fueron detenidos el pasado jueves. Están acusados de diversos delitos, han pasado a disposición judicial y quizás sean condenados. Pero lo más importante no es si entrarán o no en prisión. Lo realmente trascendente es que han dejado de ser intocables.
Algo cambió en La Cañada tras los disturbios del pasado 10 de enero. Tal vez las más de ocho horas de altercados y enfrentamientos con la Policía fueron la gota que colmó el vaso. Pero desde entonces, el barrio no ha vuelto a ser el mismo. La Ley comienza a regresar a sus calles y eso tiene consecuencias visibles para los vecinos. La más evidente es que algunos indeseables que perturbaban la tranquilidad de sus residentes y de los melillenses en general están entre rejas. Primero fueron los responsables de los disturbios. Más tarde le toco el turno al jefe de la red de captación de yihadistas y a dos de sus acólitos. Esta semana han sido detenidos los miembros de una banda que se dedicaba a la venta de droga a pequeña escala.
Cada vez son menos los vecinos que gritan a los policías cuando entran en el barrio para realizar alguna intervención. Y empiezan a ser mayoría los que expresan su satisfacción por que los coches de patrulla se vean cada vez más por sus calles.
La tranquilidad, la seguridad y la legalidad van ‘adueñándose’ del barrio y eso es una buena noticia tanto para sus vecinos como para el conjunto de los melillenses en general. Recuperar ese barrio para la ciudad, integrarlo y ayudar a mejorar la calidad de vida de sus residentes es un objetivo que nos beneficia a todos.
La atención que la Policía Nacional pone hoy en La Cañada no ha sido siempre la misma. Hasta hace unos meses, coincidiendo con algún cambio en la estructura de mando en la Jefatura, se trataba de un barrio ‘prohibido’ para los agentes. Ahora se empieza a recuperar el terreno perdido durante años por la desidia de quienes creían que abandonar la comodidad de un despacho suponía no dar la importancia que merece al hecho de lucir unos galones. Sin la inquietante sombra de esos personajes, el comisario Ángel Riesco comenzó a dar hace unos meses los primeros pasos, continúa ahora el camino Javier Nogueroles y es de esperar que José Ángel González termine la tarea cuando se incorpore a la Jefatura Superior de Policía de Melilla.
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