EL vicepresidente del Gobierno autonómico, Miguel Marín, adelantó ayer que la Ciudad tiene previsto construir una carretera que irá directa al nuevo paso fronterizo entre Beni Enzar y Barrio Chino. Eso quiere decir que la apertura de la nueva frontera entre Melilla y Marruecos no es una propuesta aislada, sino que ya se está pensando en cómo conectarla a la ciudad. Para empezar sabemos que la idea de abrir ese puesto fronterizo gusta a Marruecos y en Melilla, a muchos. De hecho, ayer los hosteleros de la ciudad aplaudieron el proyecto porque en su opinión, mientras más gente venga a Melilla, mejor le irá a sus establecimientos. Por su parte, el delegado del Gobierno Abdelmalik El Barkani, aunque no dio detalles, sí avanzó ayer en la inauguración del congreso del Sindicato Unificado de Policía (SUP) que el proyecto de reforma de la frontera de Beni Enzar ya está perfilado. Todo apunta a que esta vez va en serio y hay motivos para creer que así es. El primero, por desgracia, es que Melilla es carne de telediario nacional día sí y día no. Ya pasó con Canarias, cuando la crisis de los cayucos. Al final, el problema terminó por solucionarse y de Canarias ahora sólo se habla cuando salen los datos del paro o de los de ocupación hotelera. Por eso, esta vez, puede que vaya en serio. La remodelación de la frontera de Melilla no es una cosa que pueda hacer una ciudad autónoma por su cuenta y riesgo. Es una inversión importante y de alcance nacional. A ninguno se nos escapa un pequeño detalle: España tiene las arcas vacías. Aún así, el dinero saldrá de donde tiene que salir: De Bruselas. Y si los hombres de negro aprietan el puño y dicen que a España ni un euro más, entonces el Ministerio del Interior tendrá que apretarse los machos porque en Melilla así no podemos seguir.