Editorial

Una agresión intolerable en el Hospital Comarcal

El pasado jueves hubo una reyerta entre bandas en la puerta de Urgencias del Hospital Comarcal. Es algo que nunca tendría que producirse en ningún lado, pero chirría aún más, si cabe, que suceda junto a un centro sanitario.

Uno de los vigilantes de seguridad del recinto, de la empresa Sureste, medió para intentar separar y cayó al suelo. Un coche –cuyo conductor, según parece, tenía alguna relación con la pelea- le pasó por encima del brazo y, como consecuencia, le fracturó la muñeca, además de causarle otras heridas.

Aunque Sureste todavía no se ha pronunciado sobre este asunto, sí lo han hecho el comité de empresa y el Instituto Nacional de Gestión Sanitaria (Ingesa), en ambos casos, como es lógico, para criticar el altercado.

El comité de empresa ha aprovechado, además, para reclamar más personal de vigilancia ante la callada de Sureste. Aseguran quienes forman este comité que ya llevan varios años, al menos cuatro, sufriendo este tipo de incidentes.

Se desconoce quiénes son las personas que participaron por parte de las dos bandas, pero resulta, cuanto menos, curioso que se trate de esta manera al personal que ha de velar por la salud de todos, porque conviene recordar que, aun cuando se trate de un vigilante de seguridad, trabaja en un hospital, que es, junto con los centros de salud, un lugar sagrado hasta en las guerras, según consagra el Derecho Internacional Humanitario, en general, y la Convención de Ginebra (1949) más concretamente. Esta protección se extiende tanto al personal que allí trabaja como a los enfermos y heridos e incluso a los encargados del transporte.

Más curioso si cabe resulta todavía que los ciudadanos melillenses estén apoyando en su mayoría al personal sanitario –médicos en especial- en sus reivindicaciones, desde hace más de un año, de que hacen falta más facultativos y luego traten de esa forma a un vigilante, que no es menos que ellos por el simple hecho de no ser médico. En primer lugar, es igualmente una persona y, en segundo, su actividad también es necesaria para el funcionamiento del hospital.

Una vez pasado este incidente, sólo cabe esperar dos cosas: que los ciudadanos se conciencien de que esos comportamientos son intolerables y que quien ha de poner remedio a esta situación lo haga lo antes posible. Y en este caso le toca al Ingesa, encargado de la sanidad en Melilla, coordinarse con quien sea necesario para que hechos tan lamentables como el acaecido la semana pasada no se repitan. Eso también será una victoria para todos.

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