La asociación Mensajeros de la Paz fue fundada en el año 1962 como Cruz de los Ángeles por el Padre Ángel y Ángel Silva Sánchez. Con sede en Madrid, su prioridad ha sido siempre la promoción humana y social de las personas más desfavorecidas de la sociedad, atendiendo a las distintas realidades sociales tanto a nivel nacional como internacional. Cuenta con más de mil trabajadores y más de 300 voluntarios anuales.
En Melilla también tiene representantes y El Faro se encontró a dos de ellos esta semana a las puertas del Palacio de la Asamblea repartiendo café y galletas a la familia cuya casa en Las Palmeras se incendió el lunes y que estaba buscando ayuda del Gobierno local aquel día.
Zala Mohamed explicó entonces que, amparados por la Fundación, estaban regalando café y galletas a los más necesitados, especialmente a menores que deambulan por la ciudad y a gente desempleada, así como personas que sufran alguna adicción o no tengan dónde dormir.
Según dijo éste, suelen pasar por la Asamblea porque ven con frecuencia a grupos de personas en la puerta del Ayuntamiento. Después, cuando toman esta ruta, giran hacia el Puerto, regresan por la Plaza de las Culturas y suben por el Rastro en un paseo que les lleva desde primera hora de la mañana hasta la una de la tarde, aproximadamente.
Habitualmente ayudan a unas 60 personas al día, aunque hay ciertos momentos –por ejemplo, cuando hace mal tiempo, que hay menos gente por la calle-, con lo que en esas ocasiones la cifra de personas ayudadas se puede quedar en la mitad, aproximadamente.
Hace poco, contó Zala, organizaron una recogida de alimentos junto con el IES Rusadir a cambio de un taller de ilustración que ellos se encargaron de impartir en el centro. Esa comida era la que estaban repartiendo aquella mañana.
No solamente regalan desayunos en una actividad que llevan desarrollando entre dos y tres años, sino que también realizan actividades educativas, talleres de ajedrez o reparto de materiales o alimentos para los más necesitados en colaboración con alguna institución.
Junto a él, caminaba Yonaida Amar, una voluntaria que lleva casi un año y está encantada de la experiencia. Tal como indicó, en sus paseos diarios de lunes a viernes ven muchas caras repetidas cada día, hasta el punto de que se extrañan cuando no ven a algún habitual. Según dijo, aunque quizás no conozcan sus nombres, “porque son muchos”, sí que los identifican por alguna “característica” especial que tengan.
Además de proporcionar ayuda material, estos chicos también dan apoyo psicológico, ya que, según Yonaida, “muchas veces necesitan que se les escuche, porque cada uno viene con su historia”.
En su caso, la ventaja que tiene, según destacó, es que “más o menos” se defiende tanto en tamazight como en árabe, lo cual le ayuda mucho a comprender y apoyar a las personas que se encuentran por la calle y no saben hablar castellano.
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