Un preso con problemas psiquiátricos agrede a dos funcionarios del Centro Penitenciario

Uno de los trabajadores se encuentra de baja a causa del incidente

En prisión existen cuatro grados. El cuarto es la libertad condicional: un hombre que sigue condenado y cumpliendo su pena, pero en la calle, haciendo su vida normal y yendo a firmar cada cierto tiempo. Del tercero gozan aquellos reclusos que por sus características, pueden empezar a hacer vida en libertad y sólo van a dormir a la prisión. El segundo grado, el ordinario, es el de una persona que hace vida normal en la prisión. Y luego está el primer grado, reservado a presos más problemáticos, con intentos de fuga, agresiones a funcionarios, que han tenido problemas con otros reclusos o que pertenecen a una banda armada. Quienes se encuentran en este último caso tienen los movimientos muy limitados, habitualmente están solos en el patio, no pueden salir de su departamento e incluso el médico los tiene que ver allí.

Luego existen dos hospitales psiquiátricos en Sevilla y Alicante para gente con enfermedades psiquiátricas donde también se les aplican medidas de restricción y seguridad. En realidad, es como estar en prisión, pero a estas personas no se les puede condenar por tener problemas mentales.

El problema es que hay demasiada gente en estos centros, con lo cual algunos de los enfermos son derivados a centros penitenciarios. Son personas que toman una medicación muy fuerte y con la que habitualmente no se puede razonar.

Por otro lado, el Centro Penitenciario de Melilla es una cárcel pequeña en relación con otras prisiones y el perfil del interno es el de una condena corta -entre 10 y 12 años como mucho- en comparación con otras donde se alcanzan incluso los 35 años, y normalmente de Melilla. No suelen trasladar a presos de la península a la cárcel de la ciudad autónoma precisamente por su tamaño. Además, hay que tener en cuenta que no existen, como en otras prisiones, talleres para que los presos pasen el tiempo haciendo sillas, o banderas, o cristales para coches, como sucede en Huelva, y cobren por ello. No hay mucha actividad que llevar a cabo en el Centro Penitenciario de la ciudad autónoma.

En todo esto puede estar, o así lo consideran fuentes penitenciarias consultadas por El Faro, el origen de la agresión sufrida por dos funcionarios el pasado día 1 de mayo en la cárcel de Melilla y que fue hecha pública por CSIF.

El interno, como es de Melilla y se encuentra en segundo grado, ha sido encerrado aquí, porque además, según la ley, tiene que estar lo más cerca posible de su familia para conseguir su reeducación y su reinserción social. Sin embargo, este recluso, siempre según estas fuentes, tiene graves problemas psiquiátricos y “el día que se mete más chutes de los que le manda el médico, se le va la olla”. Por ello, parece claro que compró otro tipo de medicación dentro de la prisión a otro recluso que no quisiera tomárselas -a cambio de un paquete de tabaco, o de guardarle un arma blanca, o lo que sea-. En un momento dado, de acuerdo con la versión dada a El Faro, entró en la zona de seguridad -algo que está prohibido- para pedir que lo sacaran del módulo, algo que no es posible.

Ocurre que, en Melilla, los funcionarios tienen que tener en ocasiones esa puerta abierta para dialogar con los presos, porque, de otro modo, no hay sitio para hacerlo y, según estas fuentes, aquel día el preso se puso “muy violento”, empezó a insultar y agredió a dos funcionarios que había allí. “Preparó un cisco de tres pares de narices. Lo llevaron a una celda de aislamiento. La destrozó”, describe esta fuente, a quien le consta que uno de los dos funcionarios está de baja por lesión después de la trifulca.

En ocasiones, con las normas actuales, a los funcionarios de prisiones les resulta difícil trabajar, porque parece que los “malos” siempre son ellos, prosigue, antes de puntualizar que, aunque puede haber funcionarios desprovistos de alma, no es lo normal, y que, de hecho, el que fue herido “es de lo más flexible y lo más dialogante que te puedas imaginar”. Con una expresión así de gráfica lo dibuja: “Le meas encima y no protesta, así que imagínate cómo se pondría de alterado, nervioso o agresivo el interno”.

Difícil solución

A éste se le ha aislado provisionalmente y ahora se encuentra en el artículo 75.1, normalmente previo al primer grado. Resulta que, aunque la junta de tratamiento, que es la encargada de definirlo, propuso el primer grado, la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias, posiblemente debido a la patología que tiene le ha puesto el segundo.

A estas fuentes le parece que “estamos en las mismas”, porque “ni lo trasladan a otro centro donde pueda estar atendido por los servicios médicos ni lo ponen en primer grado, con lo cual está otra vez en el patio y en cualquier momento pueda volver a liarla”. Ahí queda el aviso.

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