El presidente Juan José Imbroda inauguró ayer las obras que en unos meses permitirán que sea visitable un tramo de 150 metros de galería de minas del Fuerte de la Victoria.
En el pasado, especialmente durante los asedios a los que fue sometida Melilla a lo largo de los siglos XVII y XVIII, esa infraestructura fue imprescindible para garantizar el futuro de la ciudad evitando que la misma cayera en manos del enemigo. Las galerías formaban parte de la estructura defensiva de la ciudad. No eran el único elemento para plantar cara al enemigo, sino que venían a complementar y a sumarse al conjunto de medidas contra potenciales invasores.
Hoy esas minas han perdido la finalidad con la que fueron diseñadas o construidas, pero no por ello deben ser consideradas elementos totalmente inútiles. Nuestro pasado, nuestra historia tiene una potencialidad económica que es necesario poner en valor, sobre todo si queremos que el turismo contribuya al progreso de Melilla. Es cierto que los 150 metros de galerías, cuyas obras de restauración inauguró ayer Imbroda, difícilmente atraerán por sí solas un solo turista, al igual que en el pasado no garantizaban por sí misma la invulnerabilidad de la ciudad. Sin embargo, del mismo modo que hace siglos servían para reforzar la invulnerabilidad de una plaza militar sometida a un periódico hostigamiento, hoy también pueden contribuir a incrementar el interés turístico de Melilla. Su mayor atractivo se encuentra en el entorno que las acoge y la historia que atesoran. Cada rincón de nuestra ciudad es el escenario de un capítulo del pasado de Melilla cuya trascendencia en muchas ocasiones ha determinado los derroteros que ha seguido nuestro país en determinados momentos de su historia. Cuando queden abiertas al público, los visitantes que recorran esas galerías podrán hacerse una idea de los sentimientos, temores y sensaciones de los españoles que las utilizaron en los siglos XVII y XVIII para defender a nuestra ciudad. Tendrán ocasión de conocer las técnicas que utilizaban nuestros antepasados para repeler al enemigo, los riegos que asumían en cada una de esas acciones, el esfuerzo que durante años ha sido necesario para defender a Melilla como una parte más del territorio que durante siglos viene formando parte de nuestro país.
Esas galerías conducen a las entrañas de la historia de nuestra ciudad, algo imprescindible para poder sentir qué significa Melilla y trasmitir al visitante la importancia que a lo largo de los años ha tenido para el conjunto del país. Las piedras de nuestra ciudad son lazos que nos llevan a descubrir nuestro pasado, que revelan los vínculos con el resto de España y que si antes sirvieron para garantizar la defensa de Melilla, hoy pueden valer como cimientos sobre los que asentar nuestra prosperidad económica, al menos, en parte, si sabemos explotar su potencialidad como atractivo turístico.
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