NO cabe la menor duda de que algún día ocurrirá una tragedia en nuestra ciudad relacionada con los menas (menores extranjeros no acompañados).
Viven al borde del precipicio y las instituciones que deberían estar pendientes de ellos, especialmente la Consejería de Bienestar Social, no les prestan toda la atención que requiere su complicada situación.
Ahora descubrimos que los menas, después de las innumerables e inútiles redadas de la Guardia Civil, continúan entrando en la escollera del puerto. Antes lo hacían por un acceso de la cuesta de la Florentina. Desde hace unas semanas, un polémico puesto de vigilancia de la Benemérita les impide el paso por ese punto. Sin embargo, esta infraestructura no es suficiente para desanimarles en su idea de refugiarse en la espigón para luego acceder al puerto y tratar de viajar como polizones en alguno de los barcos que unen Melilla con la península.
Ahora el camino que han encontrado algunos de estos menores es más peligroso aún. Pone el vello de punto observar cómo se deslizan por el borde del faro de El Pueblo sabiendo a que sus pies hay una altura de varias decenas de metros. Una caída accidental les haría estrellarse con las rocas y probablemente luego precipitarse al mar.
Hay que tener que en cuenta que algunos de estos niños inhalan el vapor de pegamentos y otras sustancias tóxicas que utilizan como estupefacientes, lo que les provoca que sus facultades físicas puedan encontrarse mermadas mientras que realizan este arriesgado recorrido al borde del precipicio.
Desgraciadamente, las denuncias públicas no están teniendo ninguna respuesta efectiva y contundente por parte de la Consejería de Bienestar Social, que es la competente en este asunto.
La fortuna está evitando hasta ahora que un trágico accidente se cobre la vida de alguno de estos niños. Sin embargo, la ausencia de medidas hace que cada día que transcurre sin abordar seriamente este problema estemos más cerca de levantarnos con la noticia del hallazgo del cadáver de uno de estos niños. Entonces llegarán las prisas por tomar medidas de manera precipitada, pero ya será demasiado tarde.
No es un problema sencillo ya que no está en nuestras manos tomar todas las soluciones. Una de ellas, la más importante, pasa obligar a Marruecos a hacerse cargo de estos niños, que proceden de familias del país vecino y que, por lo tanto, deben ser devueltos a sus hogares o responsabilizarse de ellos las correspondientes instituciones del otro lado de la frontera. Sin embargo, mientras que el Gobierno central da algún paso en este sentido, el Ejecutivo melillense no puede permanecer de brazos cruzados. La Consejería de Bienestar Social debe poner medidas o reconocer su incapacidad para resolver el problema y ceder esas competencias a otro organismo de la Administración local o directamente al Gobierno central.
Si alguien piensa que aún hay tiempo, que no corre prisa y que con un poco de paciencia todo se acaba solucionando, sería conveniente que se apostara en las proximidades del faro y observara a los menas desplazarse al borde del precipicio. Es aterrador ver cómo estos niños ponen en riesgo sus vidas e imaginar el accidente del que acabarán siendo víctimas tarde o temprano si nadie se preocupa antes de ponerle una solución cuando todavía estamos a tiempo.
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