Categorías: Cultura y Tradiciones

“Un buen actor es siempre un ser inteligente y una buena persona, de eso estoy seguro”

José María Pou dirige a Maribel Verdú y a Antonio Molero en la obra ‘El tipo de al lado’, una comedia sobre el amor entre dos personas que sólo sienten atracción física.

José María Pou es un gran actor de la escena teatral española que lleva varios años demostrando su talento también como director de funciones. Está al cargo de dos teatros, uno en Madrid y otro en Barcelona, y le queda tiempo para dirigir a actores y enrolarse en representaciones de textos dramáticos en estos tiempos de crisis. Trabajador incansable asegura que es actor por encima de todo, pero que tras muchos años frente al público en el escenario ha dejado hueco a los más jóvenes. Indica que con lo que ha aprendido desde que en los 70 comenzara como actor se siente capaz de enseñar a las generaciones futuras los trucos de la profesión desde su puesto de director. El Faro le ha entrevistado por ser uno de ‘los culpables’ de que este fin de semana llegue al Kursaal la obra ‘El tipo de al lado’, protagonizada por Maribel Verdú y Antonio Molero.
–¿Ha estado alguna vez en Melilla?
–Pues he estado recordando y recordando y estuve en la ciudad en 1970, justo cuando comencé en esta profesión. ¡Eso fue el siglo pasado! Debuté con el teatro Nacional de la compañía de María Guerrero.  Estuve en el verano de 1971 y puede que en el 72 también, aunque no estoy seguro. Con esta compañía visitamos Melilla en lo que se llamaba por aquel entonces Festivales de España, que se realizaban en todas las ciudades en verano y al aire libre. Las compañías oficiales, como en la que yo estaba, viajaban durante esos meses. Pero desde entonces no he vuelto nunca más. Nada de mi profesión me ha llevado de nuevo a Melilla y como toda mi vida está ligada a mi trabajo... No ha habido oportunidad. Ya me encantaría. Pero sí que han viajado algunos de mis espectáculos que he dirigido  y es una forma es estar presente.
–¿Por qué apostó por ‘El tipo de al lado’?
–Es un proyecto que nació conjuntamente entre todos. Maribel Verdú, Pedro Larrañaga, productor, y yo hace mucho tiempo que queríamos trabajar juntos. Nos lo habíamos prometido. Por otra parte, Maribel tenía muchas ganas de estar de nuevo con Antonio Morero en una función. Todas estas cosas hacían que buscáramos una obra  adecuada. Y de repente calló en nuestras manos ésta, que había tenido  mucho éxito en París. Y nos pareció que era adecuada para este propósito, es decir, que Maribel y Antonio volvieran a trabajar juntos y yo pudiera dirigirles.  
–¿Cómo ha sido la adaptación de esta novela a la escena?
–Como no estaba escrita para el teatro, era una función que había que inventarse, lo que me apetecía mucho. Esto te da mucha más libertar de poder trabajar y de imaginar cómo puede ser el espectáculo. Además, como soy director del teatro Goya de Barcelona, deseaba que se pudiera estrenar en este teatro. Todo esto hizo que esta obra fuera la adecuada.   
–¿Qué historia cuentan los personajes de esta función?
–Esta obra habla de un tema que no pasa nunca y que siempre es actualidad: las relaciones de pareja. La dificultad, lo enormemente complicado que es el entendimiento de una pareja y esa cosa que se llama amor. Eso que  parece tan fácil a primera vista y sobre lo que se hace tanta literatura. Pero cuando se baja a la realidad no es tan fácil. Es que es muy difícil que dos personas puedan entenderse y construir una historia de amor.
–¿Ha sido difícil dirigir a estos dos actores?
–No. Dirigir a buenos actores siempre es facilísimo. Lo difícil es trabajar con actores que no dominan su oficio, pero con buenos actores no. Un buen actor es siempre un ser inteligente y una buena persona, de eso estoy seguro. No se puede ser buen actor si no se es, de entrada, una buena persona. Eso facilita mucho las relaciones de todo tipo. Por otra parte, Maribel y Antonio son para mí, independientemente de que hayan trabajando conmigo, dos ejemplos de lo que es la profesionalidad y el saber de su oficio. Saben cuales son sus recursos, tienen muchísimo talento. Entienden muy bien cómo quería yo contar esta historia, ya que un director no es más que una persona que elige la manera en la que quiere contar una historia determinada. Enseguida les pareció muy bien mi idea y han colaborado conmigo.    
–¿Surge el amor entre estos dos personajes en un cementerio?  
–Es una obra que comienza en un cementerio, que no es un lugar muy apropiado para conocerse, pero donde surge una historia, no de amor de entrada, sino de enorme atracción sexual, porque los dos son seres solitarios que están necesitados de que alguien les coja de la mano, de que alguien les toque y les  dé un poco de cariño. Y como ocurre tantas veces en esta vida, de repente llegan a confundir esta atracción puramente carnal de un principio con lo que ellos creen que es amor. Luego, a lo  largo de la función, descubren que no, que aunque ellos se empeñan en tener una relación de amor, realmente lo suyo no es más que una atracción física. Son dos personas de mundos tan distintos que es muy difícil que puedan tener algo en común. Llegan a la conclusión de que les basta con esta cosa que tienen en común, es decir, la atracción. Pero esto necesariamente no implica que se tenga que construir una historia cuya base sea el amor.
–Pero, ¿no salen del cementerio en toda la obra?
–En esta función se pasa por un gran número de lugares distintos. Tiene un ritmo cinematográfico. Empieza en un cementerio, pasa por la biblioteca, luego van a la granja de animales, un restaurante, unos grandes almacenes... Una gran variedad de espacios. Algo que en teatro es muy complicado de hacer. Yo decidí que quería contar esta historia en un único lugar y jugando con algo que el teatro tiene y con lo que no cuenta el cine, la imaginación de los espectadores y su complicidad. Cuando vas al cine necesitas ver en la pantalla lo que tienes que ver, es decir, si estás en un cementerio, que te muestren el cementerio. En cambio, el teatro tiene la ventaja de que tu pones a los actores sentados en un banco mirando al suelo y si ellos dicen lo fea que es un tumba, de forma automática, el público sabe que están en un cementerio, aunque no haya nada en el escenario. Elegí este camino de contarlo todo en un único espacio. Aunque tengo que decir que es un lugar precioso. Es de las mejores escenografías que he tenido en los últimos años. Es un espacio verde, que recuerda la vida de campo en la que vive el personaje masculino y a la vez esos cementerios que hay ahora tan modernos que parecen campos de golf, con un césped maravilloso y que no se ven tumbas por ningún lado. Vamos que parecen más campos de reposo. Y todo eso junto a un enorme cielo azul.
–Fue una buena apuesta porque no han parado las funciones.
–El público ha apoyado este proyecto. La obra se estrenó hace un año en el teatro Goya y tras cuatro meses llenando, ha estado de gira por toda España. No han parado. Tal ha sido el éxito de esta función que estaba previsto su estreno en Madrid en septiembre con la nueva temporada, pero como las ciudades la  reclaman, han cambiado los planes. En estos momentos, es un éxito grande.
–La gira es algo que seguro les agradece el público, ya que no todos los amantes del teatro pueden ir a Madrid.
–Y también hay que agradecer a los actores el enorme esfuerzo que hacen para estar de gira. Yo estoy totalmente enamorado de Maribel y de su amor al teatro y a su trabajo. Es una actriz que ha hecho su carrera en el cine, de hecho es la gran actriz del cine español, pero  es disciplinadísima y está en el teatro con un interés y con una vocación por estar encima del escenario y por comunicarse por el público... Maribel y Antonio han sacrificado el estar tranquilos en casa o en Madrid llenado el teatro, que podrían estar ahora, por salir y por hacer la gira.   
–¿Eligieron esta comedia por la historia o porque en época de crisis hay que hacer reír al público?
–No, no, no y no. Uno de los proyectos que teníamos y que hemos aplazado, aunque nos decidimos por este, era un drama, pero de los grandes. No ha sido condicionado porque  hemos pensado que el público ahora con tantos problemas y con tanta crisis lo que quiere es reírse. Éste es un argumento que no funciona y que no es verdad. En Madrid y en Barcelona los grandes éxitos que abarrotan el teatro son los grandes dramas, las obras complicadas donde la gente llora que también es bueno llorar en el teatro, pues libera. Surgió porque nos enamoramos de la función y por su sencillez. Viendo cómo con dos únicos personajes se podía contar toda esta historia de amor o de desamor. Esta historia, como nos gusta hacer juegos de palabras, es de amor y de humor al mismo tiempo. Amor, según lo pronuncies, se puede confundir con humor y al revés. Nos gustaba sobre todo esa historia. Maribel, eso sí, dice siempre que está cansada de dramas y que los deja para el cine y que prefiere las comedias para el teatro. Y es verdad que cuando terminas el rodaje de una película en unas seis semanas, finaliza el drama intenso. Pero en cambio en el teatro, si la obra es un éxito tienes que convivir con ese drama durante mucho tiempo cada día. Por eso entiendo que hay actores que prefieren no cargarse con más dramas, porque se enfrentan a él a diario en el teatro si aceptan el proyecto. La obra se ha elegido porque es una historia bonita que contar, no porque creamos que hay que hacer reír al público. La función es una obra divertidísima, ya lo comprobará el público, pero es muy real. Tiene su poso amargo, que no quiero desvelar, pero por debajo de las risas continuas hay un poso de amargura y de repente, también hay algún puñetazo emocional.
–¿Tiene moraleja?
–No. Si la tuviera no la habría hecho. No me gustan las funciones en las que hay una moraleja con fábulas y que hay un final con consejos para el público. Es una comedia abierta en la que esta pareja comenta de forma directa su historia. Es muy difícil de representar porque a la vez que hablan entre ellos, lo hacen también con el público. Cada uno nos da su versión y los actores se desdoblan de forma continua. Ellos cuentan esa historia sin moraleja. Si alguna conclusión se puede sacar de esta función, más allá de pasarlo bien durante hora y media, es que cuando en esta vida encuentras a un hombre o una mujer que te llena, hay que disfrutar ese momento, no hay que plantearse el futuro ni grandes vidas en común. Porque a lo mejor el hecho de querer  formar una familia impide que disfrutes del momento y esto es lo que les pasa a esta pareja.
–Pero será curioso ver las dos caras de una misma historia a la vez.
–Una de las virtudes de esta función es la forma que encuentra la autora del texto de contar la historia y es que los personajes hablan directamente con el público. Cada uno cuenta su versión. Los espectadores conocen la historia a través de lo que les cuenta cada uno. Es un juego muy bonito.
–¿Abandonará los escenarios por la dirección?
–¡No, qué va! Yo he sido actor toda mi vida. Lo más importante para mí es ser actor y lo que justifica mi vida es ser actor. Es verdad que en los últimos años he dirigido mucho, como ocho o nueve. Me apasiona la dirección, pero en ningún momento he dejado de trabajar como actor. En algunas funciones que he dirigido he interpretado también un papel. Por encima de todo soy actor. Si en un momento determinado me plantean dirigir o actuar, siempre elegiría actuar. Si un día mi carrera de director colisiona con la de actor, tengo clarísimo de que por encima de todo soy actor. No me he hecho nunca tarjetas de visita porque las odio, pero si las tuviera  podrían únicamente ‘José María Pou. Actor’.
–La crisis afecta al teatro, pero ¿de alguna forma el teatro puede cambiar esta situación de crisis?
–Por supuesto. No directamente porque el teatro no va a crear más empleo y por desgracia, no va a dar mucho empleo a la gente que está en el paro ni va a solucionar los problemas económicos y los desahucios. Pero lo que sí es cierto es que el teatro en época de crisis sirve, de alguna manera y es una misión fantástica, de consuelo a muchas de las angustias con las que estamos conviviendo actualmente. La gente va al teatro y durante las dos horas que está en un patio de butacas viviendo otra historia, se evade de esa angustia diaria que se ha quedado en la calle por un momento, pero al mismo tiempo, puede encontrar soluciones a muchas de las preguntas a las cuales la vida no da solución. El teatro es, por encima de todo, una reflexión. Uno va a ver una función y de repente en la historia que encuentra la forma de actuar. Hay muchos espectadores, y es normal porque es un efecto del teatro, que se identifican con un personaje y de repente al verse a sí mismo objetivado en el escenario descubre cosas que antes no conocía. El teatro produce otro efecto fantástico que en estos momentos de crisis en el que todo le mundo está preocupado. El hecho de reunirse un montón de personas en un mismo local, bajo un mismo techo y compartiendo un mismo aire durante un par de horas hace que te sientas parte de una comunidad, que no estás solo en el mundo. Se potencia ese espíritu de solidaridad, de vivir en compañía de compartir cosas. El público cuando está en un patio de butacas comparte risas, comparte llanto con gente que no conoce de nada y lo mismo ni te la vuelves a encontrar en tu vida, pero sabes que son como tú. Sales de la función sabiendo que no estás solo y para eso también sirve el teatro en estos momentos.  
–¿Algún favorito para los Goya?
–¡‘Blancanieves’! Por descontado. Más allá del interés personal por una película en la que estoy orgullosísimo de haber participado es que creo que es una obra de arte de esas que se producen una vez cada 25 años. Estoy convencido de que ‘Blancanieves’ es una película que forma ya parte de la historia del cine español, de la misma manera en que se habla de grandes títulos del pasado, se hablará de esta película porque es insólita. Pero aunque no tuviera ningún Goya, la acogida de ‘Blancanieves’ ha sido tan grande, que ya todo el mundo está muy feliz con eso.

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