El dispositivo policial previo a la Operación Feriante ha logrado reducir a la mitad el número de personas que este año han intentado llegar como polizones a la península ocultos en los camiones de las atracciones.
En esta ocasión, los agentes comenzaron a trabajar mucho antes de que se apagara la última luz de la Feria. Se han establecido filtros en la frontera para evitar el paso de individuos que presumiblemente sólo pretendían acceder a nuestra ciudad con el objetivo de dar el salto a la península.
Además, el domingo por la noche los agentes se desplegaron por el recinto ferial para detectar a los menas antes de que comenzara el desmontaje de las atracciones. Y finalmente, muchos niños acogidos en el centro de La Purísima han permanecido recluidos en los últimos días para evitarles la ‘tentación’ de esconderse en algún camión de los feriantes.
Las cifras que arroja este año la Operación Feriante son positivas: 43 inmigrantes interceptados el primer día. Mejoran de manera considerable las de 2013 y mucho más las de 2012. El año pasado los agentes localizaron a 105 inmigrantes ilegales ocultos. Un año antes la cifra había llegado a las 141 personas.
A la luz de estos números y cuando aún no ha finalizado la Operación Feriante 2014, se puede considerar que el balance del primer día es positivo.
Por el contrario, el problema de los menores en las escolleras continúa siendo una ‘asignatura pendiente’. Los agentes de la Guardia Civil han hecho periódicas redadas en la zona que, como era fácil de imaginar, no iban a tener ningún resultado práctico más allá de la espectacularidad del despliegue de efectivos y de hace llegar a los vecinos de la zona una falsa sensación de seguridad.
Como viene repitiéndose desde hace meses, ayer continuaba habiendo niños e inmigrantes durmiendo en esa zona del puerto a la espera de poder acceder clandestinamente a algún barco para llegar a la península. Nuevamente este grave asunto salta a la portada de El Faro.
Por desgracia, la resolución del problema no depende de la eficacia policial de los agentes de la Guardia Civil. Su trabajo continuará cayendo en saco roto una y otra vez mientras la Consejería de Bienestar Social no asuma su responsabilidad y se ponga a trabajar para que esos niños no continúen en la calle. Los limitaciones legales que la consejera María Antonia Garbín ve insuperables en Melilla no representan mayor problema, por ejemplo, en Ceuta. En la ciudad caballa la presencia de menores extranjeros no acompañados no alcanza, por supuesto, las dimensiones que ya tomado en Melilla.
Al margen de los cambios legislativos que plantea la consejera Garbín, quizá la solución no requiera más que un poco de humildad. Tal vez baste con que nuestra consejera descuelgue el teléfono, marque el número de su compañera ceutí Rabea Mohamed y pregunte. No parece complicado, más allá de tener que tragarse el orgullo, lo que en el caso de Garbín quizá no sea fácil.