LAS autoridades marroquíes guardan un sospechoso silencio desde el pasado 27 de octubre. Ese día murieron dos jóvenes melillenses, Emin y Pisly, a causa de los disparos efectuados por miembros de la Marina Real marroquí. Las circunstancias de ese grave suceso continúan siendo un misterio para los padres de los fallecidos y para el resto de ciudadanos de España y Marruecos, que estamos en nuestro derecho de saber qué ocurrió ese fatídico día en aguas del país vecino.
El Gobierno español no puede imponer el ritmo de la investigación a las autoridades marroquíes ni debe interferir en el proceso judicial. Sin embargo, una vez transcurrido más de medio centenar de días desde que tuvo lugar el suceso, ya ha llegado el momento de activar resortes diplomáticos para exigir una explicación clara e inmediata. Las familias de las víctimas no pueden ser ninguneadas ni deben ser tratadas como peleles ni martirizadas enviándolas de una ventanilla a otra. Es cierto, también, que este suceso no debe enturbiar las “magníficas relaciones” que, insiste el Gobierno español, hay actualmente entre ambos países. Pero conservar este alto grado de entendimiento entre ambos Ejecutivos no debe significar que uno de ellos sea tratado por el otro con desprecio o que sus requerimientos no sean atendidos con la diligencia que se presupone cuando las relaciones entre ambos son “magníficas”. La parsimonia de las autoridades vecinas invitan a pensar justamente lo contrario: Que el entendimiento entre ambos países no es tal o que, al menos, Marruecos no tiene ninguna preocupación por que la pachorra de sus funcionarios enturbie esa supuesta armonía entre ambos Estados.
Hoy los padres de Emin y Pisly tienen previsto reunirse con el director de la Secretaría de Asuntos Exteriores. Han viajado a Madrid para volver con respuestas. El silencio o el encogimiento de hombros por parte de nuestro Gobierno sólo podría ser entendido de dos maneras. O bien nuestros diplomáticos no se toman en serio su trabajo o bien su nivel de incompetencia continúa siendo similar al que han venido demostrando históricamente nuestros embajadores, cónsules, agregados y demás funcionarios que pululan por nuestras delegaciones en el extranjero dirigidos por unos superiores en Exteriores ejemplarmente ineptos.
La respuesta a este interrogante la tendrán hoy los padres de Emin y Pisly cuando salgan del Ministerio. Desgraciadamente, ambos saben que esta historia no ha hecho más que empezar, pero ya pueden hacerse una idea de lo que les espera cuando llegue el momento de reclamar ayuda a nuestro Gobierno para defender ante un tribunal marroquí los intereses de estos dos jóvenes melillenses muertos en aguas del país vecino.
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