INVESTIGARÁN lo ocurrido, pero se posicionan al lado del profesor y cuestionan la autenticidad de las imágenes porque quizá hayan sido manipuladas. Esa es la postura de la Residencia de Estudiantes Marroquíes y Musulmanes de Melilla. Ayer uno de los profesores del centro, que no se quiso identificar, y otro que aseguró ser el jefe de Estudios de Secundaria manifestaron a El Faro que el supuesto agresor no había golpeado a ningún alumno en las dos décadas que lleva impartiendo clases en el centro. Esa trayectoria supuestamente impecable y la posible (aunque improbable) manipulación de las imágenes de la agresión les bastan para poner la mano en el fuego por su compañero. Ninguno de los dos cree que ese profesor haya agredido a ningún alumno. El ‘ver para creer’ no es suficiente para esos dos docentes, que tienen una ‘fe ciega’ en su compañero que les impide ver lo evidente y actuar en consecuencia. Sólo se implican al asegurar que la Residencia Marroquí investigará lo ocurrido. Sin embargo, ya no hace falta. Ahora el caso está en manos del Juzgado de Instrucción número 4 de Melilla. El esfuerzo del centro debería centrarse en adelante en evitar que unos hechos así vuelvan a producirse porque no sólo empañan la buena labor que pueden estar haciendo otros docentes en esa institución, sino porque afecta de lleno a la imagen que Marruecos quiere proyectar al exterior. Por ello, al margen de la actuación de la Justicia española, las instituciones educativas del país vecino no deberían quedarse de brazos cruzados ni mirar hacia otro lado con la esperanza de que el caso caiga en el olvido. Un Estado que aspira a tener un peso relevante en el siglo XXI no puede seguir rigiéndose por actitudes propias de un pasado que es mejor olvidar, tanto en el ámbito de la educación como en cualquier otra área.