Tras el cierre de la aduana en Beni Enzar, el Gobierno de Pedro Sánchez aseguró que se formaría un grupo de trabajo para tratar el tema y buscar solución al problema. Fue el ministro de Exteriores, Josep Borrell, el encargado de anunciar lacónicamente la creación de este equipo y aún no tenemos noticias sobre como anda el asunto. Desde entonces, la cosa no ha mejorado, no se han esclarecido las verdaderas razones de la resolución de Marruecos y el tiempo sigue pasando.
Si es cierto que el cierre de Beni Enzar es una decisión táctica y definitiva por parte de Rabat para potenciar al puerto de Nador y desarrollar económicamente la zona, se está tardando demasiado en buscar soluciones para los empresarios melillenses que dependen del transito de mercancías. Si por el contrario, se trata de una pataleta de Mohamed VI, enfadado por el desaire del presidente Sánchez al no visitar Marruecos y los bandazos en la gestión de la presión migratoria, no parece que se esté dando ningún paso para acercar posturas y limar asperezas.
En cualquiera de estos casos, la gestión de los socialistas está siendo inadecuada. No se percibe ningún tipo de compromiso por parte del Gobierno, el asunto sigue varado, como los camiones que permanecieron 40 días en tierra de nadie, y da la sensación de que en Moncloa a nadie le importa.
Los contactos discretos y la cautela que se pedía a los melillenses al principio de esta crisis ya no tienen cabida, la situación se ha enquistado y es necesaria una explicación. Incluso si se trata de una mala noticia, y la aduana queda clausurada definitivamente, es preciso que se informe sobre ello de inmediato y se inician las reformas necesarias para intentar paliar los cerca de 100 millones de euros en perdidas que supondría para la ciudad. Dejar que siga corriendo el reloj es una temeridad y una irresponsabilidad.