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Sin cruzar el charco

EL último estudio de movilidad laboral realizado por el Servicio de Empleo Público Estatal lo deja claro: Cada vez son menos los melillenses que hacen la maleta y se van a trabajar a la península. Basta con sentarnos a ver el telediario para entender a qué se debe que las expectativas de los melillenses en paro se restrinjan a los 12 kilómetros cuadrados que tiene esta ciudad: El mundo empresarial y laboral de la península está devastado.
Da fe de ello el aumento del número de trabajadores de otras comunidades autónomas que llegan a Melilla con la suerte de traer un contrato bajo el brazo. Eso en los años del ‘milagro español’, cuando este país jugaba la ‘Champions’ era impensable.
La pregunta es obvia:¿Por qué si en Melilla hay tanto paro, las empresas importan empleados de la península? La respuesta es igual de evidente: Probablemente porque los empleos que se ofertan son puestos muy cualificados, porque los promotores prefieren traerse a los albañiles que tienen en plantilla y no nos engañemos, también por la preparación de los trabajadores. Melilla necesita hacer hincapié en la formación.
En más de una ocasión se ha dicho que el talón de Aquiles de los parados melillenses es su currículo. Pasa en Melilla y también en las comunidades autónomas que crecieron a golpe de ladrillo, porque los jóvenes dejaban de estudiar para empezar a ganar entre 2.000 y 3.000 euros a pie de obra.
La burbuja inmobiliaria explotó y aquellos chavales que no estudiaron se  han quedado de brazos cruzados sin saber para dónde tirar. Muchos han sido sensatos y han vuelto a coger los libros. Otros siguen sin entender qué ha pasado.
Corren tiempos difíciles, pero sería interesante que, sobre todo, los jóvenes desempleados o no de la ciudad aprovecharan este parón forzoso que les impone la crisis para volver a estudiar, aprovechar los cursos de formación gratuitos que ofertan el SEPE, la patronal y los sindicatos. El esfuerzo siempre encuentra recompensa.
No nos engañemos, Melilla es una ciudad de servicio que probablemente no necesitará un astronauta en años, pero sí que echa en falta restauradores de la talla de Juan Mari Arzak o Ferrán Adriá. A eso sí podemos aspirar, a formar a los mejores en lo que más puede aportar a nuestra tierra: Gastronomía y Turismo.

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