Sigue la fase de recortes

Los ciudadanos españoles aún seguimos inmersos en la fase de recortes. Así se deduce del Plan Presupuestario para 2013 y 2014 remitido por el Gobierno central a Bruselas a cambio de rebajar los objetivos de déficit. La estrategia continúa estando basada los recortes y los impuestos. Subirán ambos como método para alcanzar el nivel de equilibrio que exige la Unión Europea a España.
El Gobierno de Rajoy sigue con una tijera en una mano y un cepillo para los impuestos en la otra. Sigue enfrascado en la adopción de medidas de urgencia sin tiempo para pensar y exponer ideas que sirvan para animar el consumo y la inversión. El Ejecutivo dirige toda su energía a contar lo poco que entra en las arcas del Estado y a tratar de mantener el barco a flote. La reactivación de la economía queda en manos de la iniciativa privada, de la que se espera un gesto heróico en medio de un ambiente de total desánimo.
No acaban de llegar las cifras que sirvan para cambiar el espíritu derrotista de los ciudadanos ni para frenar el ímpetu de unos especuladores que sólo ven oportunidades en este ambiente de inestabilidad. Les faltan argumentos a los ciudadanos con recursos para abandonar la estrategia del ahorro y la precaución. Hoy continúa siendo más rentable, por ejemplo, mantener el dinero en el banco y esperar mientras la vivienda sigue abaratándose, que invertir en la adquisición de un piso. La venta de vehículos que antes de la crisis se disparaba en la época anterior a las vacaciones de verano, hoy es un recuerdo lejano porque su compra no está respaldada por la garantía de encontrar fácilmente otro trabajo si se pierde el actual. Y las vacaciones de verano, un tiempo para el gasto y consumo despreocupado, son ahora un mes para la reflexión y las tertulias sobre las tormentas que nos esperan este otoño a los parados, a los empleados y a quienes corren el riesgo de perder su puesto de trabajo. Con este estado anímico es muy difícil que los números acaben saliendo porque el desequilibrio en las arcas públicas no sólo se debe a unos gastos disparados sino también a unos ingresos que se han  derrumbado.