No es suficiente con incrementar el presupuesto ejercicio tras ejercicio. Estéticamente, desde un punto de vista político, es fácil ‘vender’ un titular, pero no basta para acabar con el problema de la pobreza, como viene demostrando año tras año con su empecinamiento la consejera María Antonia Garbín.
Que el resto de sus compañeros del Ejecutivo melillenses haga un esfuerzo para intentar afrontar sus responsabilidades con menos financiación con el objetivo de dotar de más recursos a la Consejería de Bienestar Social es un mérito que debe ser reconocido. Sin embargo, este sacrificio debería ser correspondido por parte de Garbín con más trabajo de coordinación con el fin de conseguir una mayor efectividad en el uso de esos recursos.
El primer paso, como siempre que hay verdadera disposición para buscar soluciones, es realizar un diagnóstico lo más preciso del problema. La falta de interés en estudiar la situación lleva a adoptar medidas estúpidas como las tomadas este verano con las plazas de comedor para escolares de familias necesitadas. La Consejería de Bienestar Social no analizó con precisión el problema, se centró en aportar dinero para poner en marcha los comedores de cuatro centros escolares y finalmente la mayoría de plazas no fueron utilizadas.
Lo ocurrido con los comedores es la demostración más palpable de que en Melilla no falta dinero para luchar contra la pobreza. Lo que en realidad se necesita es alguien con la capacidad y el interés por ‘capitanear’ la lucha.
Ahora esa batalla la protagonizan un enjambre de ONGs y asociaciones que trabajan con entusiasmo y solidaridad a favor de los más necesitados. Sin embargo, su esfuerzo desemboca en una labor ciega que muchas veces se realiza por duplicado y otras no es necesaria ni prioritaria. No obstante, no sería justo responsabilizar a estos voluntarios de no conseguir una mayor efectividad con su trabajo. El problema reside en que su fervor, el frenesí de su actividad, su apasionamiento y su entusiasmo por ayudar a los más necesitados no está acompañado por la guía de la Consejería de Bienestar Social, que debería ser la que estableciera las actuaciones, determinara cuáles son necesarias, qué es lo prioritario... Y sobre todo, coordinara la acción de las numerosas asociaciones y ONGs cuyos miembros y voluntarios están dispuestos a sacrificar su tiempo libre y de ocio para ayudar a familias en riesgo de exclusión social.
Esa labor de dirección necesita una implicación por parte de los responsables de la Consejería de Bienestar Social que va más allá de incrementar el presupuesto cada año y distribuirlo en partidas para firmar convenios con asociaciones y ONGs que individualmente y de forma descoordinada presenten sus respectivos proyectos o iniciativas.
Si la lucha contra la pobreza sólo fuera cuestión de dinero, haría tiempo que el problema ya estaría resuelto y habríamos podido prescindir de la Consejería de Bienestar Social, al menos en su labor de socorrer a los más necesitados.
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