Opinión

Señoras y señores políticos, os tenéis que poner a trabajar

No hay fecha para la reapertura de la frontera de Melilla, al menos de momento. Así lo han confirmado este jueves a El Faro desde el Ministerio del Interior sin una explicación oficial que sirva para tranquilizar los ánimos de la opinión pública soliviantada, que ha dado 72 horas de margen para que se reabran los pasos fronterizos antes de volver a tomar las calles.

Todos hemos visto cómo los mensajes, algunos de ellos procedentes de Marruecos, han caldeado los ánimos en Melilla y han conseguido sacar a la gente de sus casas, apartarlas de la celebración del Ramadán y plantarlas en la frontera de Beni Enzar.

Entendemos la ansiedad de quienes tienen a la familia del otro lado, pero también ellos deben entender que no podemos ceder al chantaje. La frontera nunca ha estado cerrada por la pandemia, como decía la delegada del Gobierno, Sabrina Moh. Ha estado cerrada porque Marruecos quería (es arriesgado hablar en pasado) asfixiarnos. Y ahora está abierta porque nos necesita tanto como nosotros a ellos.

Es curioso que quienes llevan dos años sin ver a su familia crean que es España la responsable de que no puedan hacerlo. La frontera la cerró Marruecos y a los españoles no nos queda piel en las rodillas de suplicar para que se abra. Lo que mal empieza, mal acaba.

Medio millar de melillenses salieron a protestar o ver qué estaba pasando este miércoles en la frontera. Los habían convocado a última hora de la noche, porque el anuncio de la apertura, por parte de Marruecos, caló en una parte de la población melillense que no ve la hora de que abra el tráfico fronterizo para salir de la 'jaula' en la que se ha convertido Melilla en estos dos años de cierre fronterizo. Bendita jaula, en la que se tienen y se respetan derechos con los que no se puede ni soñar tras cruzar la verja de Beni Enzar.

Por una parte, es cierto que con el cierre fronterizo han bajado el paro, la natalidad, la delincuencia y la inmigración en Melilla. Pero el tema de la frontera tiene dos caras. También han subido todos los precios en esta ciudad y esas subidas, unidas a la crisis del covid y luego a la guerra de Ucrania, nos han empobrecido notablemente.

Aquí hay empresarios arruinados que lo han perdido todo. Aquí hay familias que han puesto en venta sus casas para largarse. Aquí hay melillenses que se han marchado a pasar frío y a vivir como emigrantes en Alemania. Esto ha sido durísimo para mucha gente. Pero sobre todo, durísimo para nuestro tejido empresarial. Aquí los que han aguantado, probablemente no volverán a vivir una calamidad como la que han vivido estos dos últimos años.

La frontera abre porque su estado natural es estar abierta. No somos París ni Londres ni Berlín. Somos una ciudad fronteriza y vivimos del comercio y los servicios fronterizos. Está bien que se plantee un cambio de mentalidad, está bien que aspiremos a sacarle más partido al comercio electrónico y a las nuevas tecnologías, pero no podemos olvidar quiénes somos y dónde estamos.

Melilla es una ciudad fronteriza y tiene que entenderse como tal. La frontera tiene sus luces y sus sombras. Pero no es de eso de lo que estamos hablando en estos momentos sino de la enésima traición marroquí, que cierra y abre la frontera cuando le viene en ganas sin cumplir la palabra dada.

Es cierto, como dice Francis Serón, presidenta de la patronal alternativa Pymes Melilla, que en estos dos años hemos aprendido a vivir sin Marruecos. Lo hemos hecho y por eso sabemos lo que significa darle la espalda al vecino. Hemos crecido, sí; pero también hemos pagado un precio altísimo. Solo hay que salir a darse una vuelta por las calles desoladas a cualquier hora del día. Hay comercios, bares y restaurantes cerrados por doquier. Es lo que tiene la independencia, se paga caro.

A Marruecos no le bastó con humillar a Pedro Sánchez en Rabat con el escudo de la bandera al revés o la estatua que le colocaron en una foto, ahora también quieren que sea crucificado en Melilla y Ceuta.

Quien crea que humillaron a Sánchez por ser socialista, se equivoca. Lo humillaron por ser español. Lo humillaron porque la humillación es la única forma de comunicación que conoce Marruecos: la del vasallaje y la sumisión. Con este tipo de diplomacia medieval estamos perdidos. Para ellos la palabra dada no vale absolutamente nada. El problema no es nuestro. Lo tienen ellos que son incapaces de cumplir sus compromisos.

Que no se nos olvide que el presidente sirvió el Sáhara en bandeja de plata para darnos oxígeno a Melilla y Ceuta. Cómo o por cuánto tiempo, no lo sabemos. Llevamos años elucubrando sobre el día del juicio final y aquí estamos hoy y ahora, con fuerzas para construir una ciudad mejor, inclusiva y rica en su infinita diversidad.

La gente tiene motivos para estar nerviosa y España tiene motivos para echar el freno de mano. Las cosas no se hacen así y menos cuando se pacta hacerlas de otra manera.

Nuestra gente tiene que ser paciente y nuestros políticos, más ágiles a la hora de tomar decisiones, pero sobre todo, de poner en marcha todo lo que se necesita para que la frontera abra y sea segura para el que entra, para el que sale y para quienes la vigilan.

Señoras y señores políticos, lamento daros una mala noticia: os tenéis que poner a trabajar. Pero eso es ya.

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