Seis hombres acusados de transportar 1.020 kilos de hachís a la península fueron condenados ayer a penas de entre dos y cuatro años de prisión por el juez titular del Juzgado de lo Penal número 1 de Melilla tras admitir todos ellos su responsabilidad en los hechos que se les imputaban.
Según fuentes judiciales consultadas por El Faro, los hechos ocurrieron en marzo de 2014. Los investigados ocultaron la droga en un camión que embarcaron en el buque a Motril (Granada). Finalmente, fueron detenidos por la Guardia Civil en las proximidades de El Ejido, en Almería.
Este juicio había sido fijado para el pasado día 20, pero la ausencia de uno de los abogados defensores, que reside en la península, causó su aplazamiento a ayer viernes.
Retraso de dos horas
La vista de ayer había sido establecida para las 9:30 horas, pero no dio comienzo hasta aproximadamente las 11:30 horas. Esto se debió a que alguno de los acusados se negaba a aceptar la duración de la condena de prisión que su letrado había acordado con el Ministerio Fiscal en caso de que reconociera su culpabilidad en los hechos.
Finalmente, los seis inculpados entraron en la sala y el juez cedió la palabra a la acusación pública, que se dirigió a cada acusado exponiéndole la pena que iba a solicitar y preguntándole si la aceptaba. De no hacerlo, el juicio tendría que celebrarse, con todas las declaraciones de testigos que ello conlleva. Asimismo, la fiscal habría solicitado penas más altas.
Para el primero de los acusados, con iniciales M. U., la acusación pública solicitó una condena a tres años y un mes de cárcel y el pago de 1.456.000 euros en concepto de responsabilidad civil subsidiaria. El inculpado aceptó la condena. La misma sentencia reclamó la fiscal para el siguiente investigado, J. M., que se mostró conforme.
Después le llegó el turno a A. S., de quien la fiscal destacó que es “reincidente”, por lo que fijó una pena de “45 meses de prisión” (es decir, tres años y nueve meses) y una multa de 1.456.000 euros. Este acusado también mostró su acuerdo con la condena aplicada.
Estos tres primeros acusados lo eran en calidad de autores de la conducta delictiva. Los tres siguientes fueron sus cómplices.
El primero de éstos, A. N., mostró su conformidad con la sentencia de “30 meses de cárcel” (dos años y medio) que la fiscal solicitó al juez. También con la multa de 1.456.000 euros, la misma cantidad que se reclama a los demás implicados.
Dilema para un acusado
El siguiente inculpado, B. A., también cómplice en los hechos, se vio en un dilema cuando la fiscal le hizo saber la condena: “26 meses de prisión” (dos años y dos meses) y la misma cantidad pecuniaria exigida a todos los encausados.
“¿Acepta?”, le preguntó el juez. El acusado no respondió. Acto seguido, se sentó, en un notable estado de abatimiento.
El magistrado le informó de que, de no aceptar la pena pedida por la fiscal, tendría que celebrarse el juicio, con lo que las conformidades de los otros investigados quedarían en papel mojado.
Fue entonces cuando su hijo, J. F. A., el último de los acusados, y visiblemente afectado por la negativa de su padre, le dijo: “Hazlo por tu hijo”. Ante las dudas de B. A., el juez le propuso salir de la sala para conversar con su abogado. Durante varios minutos, permanecieron en el pasillo el padre, el hijo y el letrado de ambos. De vuelta en la sala, B. A. aceptó finalmente la pena.
También aceptó J. F. A., que recibió la pena de menos duración, 24 meses, aparte de la misma sanción dineraria que sus compañeros. Al no superar los dos años la condena, la ley permite que no ingrese en prisión si no tiene antecedentes.
Según su abogado, “sólo le consta un antecedente” y está próximo a caducarse, por lo que solicitó a la fiscal que permita a su cliente no entrar en la cárcel. La acusación pública prefirió pronunciarse sobre esta petición cuando llegue la fase de ejecución de la sentencia.
Despedida de los acusados
Como anécdota, J. F. A., el más afectado emocionalmente, pidió permiso al juez para despedirse de otro de los condenados, quien ya se encuentra cumpliendo condena por otro delito e iba a ser trasladado a la cárcel. “¿Puedo darle un abrazo?”, preguntó. El magistrado no se opuso a que esos dos sentenciados, y los demás, se despidieran de esa forma tan efusiva.
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