DE la valla de Melilla se habló, y mucho, en 2005, pero con el descenso del número de saltos de inmigrantes, el problema fronterizo desapareció de los grandes titulares nacionales. Hasta hace muy poco, de la frontera de Melilla sólo se hablaba en Melilla. Eso ya no es así. A mediados del mes pasado un grupo de periodistas abordó al secretario de Estado de Seguridad, Francisco Martínez, en Málaga y le preguntó por la valla que separa la ciudad de Marruecos.
Cinco días después, el director general de la Guardia Civil, Arsenio Fernández de Mesa, también tuvo que dar explicaciones a la prensa nacional durante la presentación del proyecto ‘Seahorse Mediterráneo’, que promueve la comunicación vía satélite para luchar contra el narcotráfico y la inmigración ilegal.
El problema de la valla de Melilla ha dejado de entenderse como un conflicto local y cada vez son más los medios de comunicación y diputados nacionales y extranjeros que se acercan a la ciudad para ver de cerca lo que está pasando en la frontera sur de España y de Europa.
Ya era hora de que la solución a la presión migratoria que vive Melilla dejara de ser reclamada, casi exclusivamente a las autoridades locales.
En los presupuestos de 2014, adelantados el martes por El Faro, Interior destina 1,2 millones a la frontera de Melilla. Aunque aún es pronto para saber en qué se invertirá cada euro, es un alivio saber que en plena crisis el Gobierno central se ha rascado el bolsillo mirando para la ciudad.
A esa partida habrá que añadirle lo que mande Europa, que a estas alturas debe estar concienciada con el latiguillo de que la vigilancia de la frontera Sur de la Unión no se puede dejar sólo en manos de Marruecos y de España. Ya es hora de que la UE entienda que tiene que mojarse.
En más de una ocasión los sindicatos policiales de la ciudad han alertado al Ministerio del Interior de la necesidad de reforzar con más personal la vigilancia de la frontera de Melilla.
Ayer la Delegación del Gobierno avanzó la decisión de la Dirección General de la Guardia Civil de forrar la valla con una malla de acero que impida a los inmigrantes escalar las alambradas.
La medida puede que sirva de algo, pero esperemos que los que la idearon cuenten con que los inmigrantes en 2005 usaban escaleras artesanales para trepar por las alambradas.
El problema de Melilla no es poner una valla más alta ni un muro de hormigón.
Este verano hubo aluvión de inmigrantes en las costas andaluzas, pero por Melilla no entraron. Y no lo hicieron porque Marruecos reforzó la vigilancia. Puede que ésta sea la tan buscada solución, si Marruecos recibe ayuda ¿de la Unión Europea? para reforzar el personal de su frontera.
Si no lo es, seguiremos hablando de lo mismo, hasta que a los que hoy hablan de la frontera se les vuelva a olvidar Melilla.
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