Hay una sevillana que dice: ‘cartas iban y venían desde Londres a Madrid’ en referencia a la boda entre Victoria Eugenia y Alfonso XIII pero en el caso que nos ocupa, la letra bien pudiera ser ‘cartas iban y venían desde Rabat a Madrid’ a costa de la aduana comercial. Revela ‘El País’ que existen misivas entre España y Marruecos que ponen de manifiesto que las autoridades marroquíes no están en absoluto por la labor de dar por fin ya su visto bueno a la recuperación del tránsito comercial para Melilla.
En realidad, no dice nada que ya no se sospechara en esta ciudad. Hace mucho tiempo que los melillenses son conscientes de que Marruecos no va a ser tan flexible con el futuro económico de la ciudad como nos pretende hacer creer el Gobierno. En absoluto. Aquí sabemos que Rabat sigue queriendo estrangular económicamente a Melilla y conseguir por la vía de los hechos lo que en modo alguno alcanzaría por el lado diplomático: que los melillenses se queden sin futuro como ciudadanos españoles a este lado del mapa.
Que Marruecos cumpliera los acuerdos posiblemente solo lo esperaba el Gobierno de Sánchez que los propuso. Cuando Albares dijo que la aduana se abriría en enero, hubo expectativas positivas porque era el ministro de Exteriores el que empeñaba en ello su palabra. Una vez que aquello no prosperó y se optó por la triquiñuela de las pruebas pilotos y los ensayos, los ciudadanos supimos que la reapertura de la aduana comercial es una quimera.
Las excusas ofrecidas ayer por la portavoz del Gobierno, Isabel Rodríguez, hablando de que se trata de algo “complejo” no son sino la forma de decir que no saben qué hacer con el supuesto acuerdo expresado por Marruecos. Es más que probable que los marroquíes firmaran el pacto aún a sabiendas de que no iban a cumplir lo prometido pero Sánchez lo vendió como el gran logro que avalaba las buenas vibraciones de las relaciones bilaterales recién inauguradas.
Desgraciadamente no parece que el compromiso marroquí vaya a ningún sitio, como tampoco que se establezca un régimen de viajeros como el que existe en cualquier lugar del mundo. Marruecos no nos considera españoles y actúa en consecuencia negando cualquier virtualidad internacional a la frontera.
Urge ya que Bruselas intervenga. El vicepresidente de los populares europeos, Esteban González Pons, se mostró hace unos meses partidario de que la Unión Europea ponga las cosas en su sitio con respecto a Marruecos pero aquí estamos, a la espera.
O España y Europa se ponen las pilas o lo de la aduana será la crónica de una muerte anunciada. Y Melilla no puede esperar eternamente.
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