El Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes de Melilla (CETI) volvió a ser escenario anoche de una reyerta entre refugiados argelinos y kurdos de origen sirio.
Pasadas las diez de la noche, al menos una treintena de solicitantes de asilo procedentes de Argelia se vio envuelta en la pelea en la que hay varios heridos leves, alguno por arma blanca, según la información que pudo recabar este periódico en el lugar de los hechos y contando sólo con el testimonio de los refugiados argelinos implicados en el incidente.
Todo indica que la batalla campal se inició dentro de las instalaciones del CETI. Según los argelinos, porque los kurdos no les permitían entrar al centro.
Hasta las instalaciones de la carretera de Farhana se desplazó más de una decena de patrullas de Policía Nacional y Guardia Civil. El despliegue fue impresionante.
En cuestión de minutos, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado calmaron los ánimos, dejando a los refugiados argelinos fuera del CETI.
Desde el pasado 14 de octubre no se producía un altercado reseñable en el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes que, según la Delegación del Gobierno, ha reducido el número de acogidos y anda cerca del millar, aunque su capacidad máxima es de 670 personas.
Las obras de ampliación del centro ya están a punto de acabar, pero detrás de las reyertas está, sin duda, la alta tasa de ocupación.
En el CETI conviven inmigrantes económicos y familias de refugiados con niños y sin ellos, de diferentes nacionalidades y con un grado de desesperación por salir de Melilla muy alto. En esas condiciones, la paciencia es una virtud difícil de mantener.
Vienen fechas difíciles para los acogidos en el CETI. La gran mayoría de los inmigrantes llega a Melilla tras un largo periplo. Cerrar el año en la ciudad es para muchos un fracaso. Los ánimos están caldeados y con la más mínima chispa arde el polvorín.
Desde la Delegación del Gobierno y desde el propio centro aseguran que la estancia mínima de los residentes en el CETI ha bajado a un mes... para los refugiados.
Las familias sirias que no aguantan la espera, han optado por intentar regresar a Marruecos, pero la Policía del país vecino ha cerrado la frontera y no los quiere allí.
Habrá que buscar una solución. La solidaridad desbordante que se disparó con la crisis de los refugiados se ha apagado. Muchos solidarios siguen con los ojos puestos en las costas de Grecia. Hay que bajar la vista y mirar para Melilla. Aquí tenemos un problema crónico y ya va siendo hora de resolverlo.
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