El centro de Melilla acogió ayer una nueva edición de la Feria Outlet. Las calles O’Donnel y Chacel recibieron a centenares de melillenses que salieron en un soleado sábado para interesarse por las ofertas que los comercios ofrecían.
Durante todo el día, el centro de la ciudad tuvo la vida y el color del que suele carecer, especialmente los fines de semana, y se convirtió en un continuo transito de personas, tal y como debería ser lo habitual.
El centro de Melilla sufre una crisis profunda. Los comerciantes calculan que al menos 62 tiendas han cerrado en los últimos tiempos y cada vez son menos los clientes que se acercan a la zona para hacer sus compras.
Al contrario que en otras ciudades de España, donde el centro es el verdadero corazón de la urbe, el nuestro ha ido muriendo poco a poco sin que nadie pusiera freno al problema.
Todo el mundo habla en Melilla de la tristeza que provoca pasear algunos días por las calles más céntricas de la ciudad. Falta ambiente y pocas personas se animan a acercarse por la zona y hacer gasto en los comercios.
Pero nadie ha encontrado la solución a un drama que no solo afecta a los empresarios que tienen allí sus negocios, si no que provoca una profunda herida en la psicología común de la sociedad melillense. El aspecto desolado que presenta en ocasiones es ciertamente deprimente y desgasta el ánimo de los ciudadanos.
Acciones como la feria de este pasado sábado pueden servir como bombona de oxígeno para el enfermo, pero no son determinantes para cambiar la dinámica negativa en la que se encuentra la zona.
El Gobierno local y los comerciantes deben buscar una solución a este problema, que ya no solo es de carácter económico si no que afecta negativamente al espíritu de la ciudad y de los melillenses.