UN GRUPO de nostálgicos del régimen dictatorial impuesto en España por el general Franco tras la Guerra Civil se reunió ayer, entorno a la antigua ubicación de la estatua que homenajeaba al dictador, para protestar contra la decisión del Gobierno local de retirar la efigie de la vía pública.
Con la excusa de defender la hazaña de la Legión cuando en 1921 vino al rescate de Melilla, aquellos que añoran la dictadura pretenden defender la permanencia de un símbolo cuya presencia en las calles es impensable en cualquier democracia avanzada.
Se da la circunstancia de que los reunidos ayer en el puerto, alguno se declaró “facha y orgulloso”, utilizan el mismo pretexto utilizado por Vox en la Asamblea de la ciudad para votar contra la eliminación del monumento.
En política hay que ser responsable. No se puede jugar a la ambigüedad o a crear confusión con la intención de recabar votos de ciertos sectores del electorado pero no perderlos en otro, hay que ser claros con los ciudadanos. Francisco Franco robó durante 40 años la libertad a los españoles, su imagen no puede ser nunca un símbolo de democracia y cualquier argumento contra esto es pueril y solo pretende servir de pantalla para ocultar la añoranza y admiración por el dictador.
Además, este tipo de excusas para justificar lo que en la España del siglo XXI es injustificable, sirve para alentar a aquellos que estarían encantados de retrotraernos casi un siglo de avance democrático y social. Hay que tener cuidado con lo que se defiende en las instituciones, hay ciertas líneas rojas que no pueden ser rebasadas. No todo vale. Como tampoco vale ponerse de lado para no molestar a determinado caladero de votantes, no es el comportamiento de un partido serio y democrático. Retirar los símbolos de una dictadura no es una cuestión de color político, es una cuestión de democracia, simple y llanamente. O se cree en ella o no se cree. Es muy sencillo.
Muy mal el titular. Pero muy mal.
Es excesivamente largo.
"Residuos". Con eso hubiera bastado