El Gobierno central no ha querido invitar a la prensa a la reapertura de las aduanas comerciales de Melilla y Ceuta, que este viernes se ha llevado a cabo con una discreción más que justificada: recuperar el tránsito de mercancías con una sola furgoneta es, al menos, en nuestro caso, bastante ridículo.
Y lo es porque en Melilla tenemos concedido desde el siglo XIX el derecho de exportación a través de la frontera. Es algo que hicimos, además, desde la fundación de Marruecos como Estado y que antes del cierre unilateral de la aduana de Beni Enzar del 1 de agosto de 2018 acumulaba cerca de 36.000 exportaciones sobre todo de áridos, frutas, hortalizas y pescado.
Para que nos hagamos una idea, en 2012 y 2013 Melilla importó 2,5 millones de euros anuales de pescado marroquí.
Los números son contundentes: en 2010, la aduana de Beni Enzar gestionó 6.347 partidas que ascendieron a más de 4,2 millones de euros. Esa cifra récord fue descendiendo año a año hasta 2017, cuando se notó un repunte. Pasamos de 1,6 millones en 2016 a 2,1 millones en 2017. Estos datos se habrían podido mantener al año siguiente, pero en el verano de 2018 Marruecos cortó el tráfico de mercancías unilateralmente y nos quedamos con 1 millón de euros importados en los primeros siete meses de ese ejercicio.
A lo que voy, hacer una prueba piloto en la aduana de Melilla es como hacerle una prueba piloto a Indurain para comprobar si aún sabe montar en bici. Lo dicho, ridículo.
Oficialmente en Melilla solo sabemos que la aduana hizo una prueba piloto, pero nadie quiere explicar, bien porque no puede, bien porque no debe, o bien porque no sabe, si el paso de mercancías se reanudará este sábado; si se va a permitir la entrada de camiones de gran tonelaje como los que cruzaban la frontera antes del 1 de agosto de 2018; si el comercio bilateral quedará supeditado al trasiego de furgonetas o si lo que hemos visto este viernes es un reportaje fotográfico para contentar a España o un triunfo diplomático sobre Marruecos.
Las noticias que llegaron previo a la apertura de la aduana han sido bastante confusas. La semana pasada El País anunció que la aduana abriría el miércoles 25 de enero si no había problemas de última hora. Al parecer los hubo, porque un día antes, el 24 de enero, el ministro de Exteriores, José Manuel Albares, echó balones fuera y dijo que la aduana reabriría antes de la Reunión de Alto Nivel con Marruecos de los días 1 y 2 de febrero, pero aclaró que el día exacto se anunciaría "en su momento", algo que, como hemos podido comprobar, no se ha hecho.
Ese mismo día 24 de enero, en el Congreso de los Diputados y a última hora de la noche, el presidente Pedro Sánchez dijo que hablaría con Marruecos de la apertura de la aduana en la Reunión de Alto Nivel de la semana que viene.
¿De verdad creen que si Sánchez hubiera tenido la certeza de que tres días después se iban a abrir las aduanas de Melilla y Ceuta no se habría apuntado el tanto en el Congreso? Evidentemente no las tenía todas consigo y después de la vergonzosa votación del PSOE en Estrasburgo, negando la falta de libertad de expresión y el acoso a la prensa en Marruecos, el presidente no se puede permitir anunciar algo que luego no ocurra. El ridículo podría ser monumental.
Por eso este viernes, con una discreción inusitada, el Gobierno hace una prueba piloto que fuentes marroquíes tildan de "teatro" para no llegar a la Reunión de Alto Nivel con Marruecos con el hacha en alto.
¿Por qué abrimos la frontera exportando aluminio y no importando grava, arena o pescado? ¿Cuándo se retoma la salida de mercancías? ¿En qué horarios? ¿Cuándo entrará la fruta en la ciudad?
Para el melillense de a pie, la única repercusión que tiene la reapertura de la aduana es que le permitirá comprar frutas y pescado a precios infinitamente más bajos que los que pagamos ahora en Melilla.
Básicamente hemos visto en la frontera la escenificación de la reapertura de aduana, pero aún desconocemos cuándo estarán listas las instalaciones del puerto donde se harán los controles sanitarios del pescado y hay que tener claro que sin esas instalaciones no habrá normalización en el trasiego de las mercancías que más se han importado siempre en esta ciudad: grava, arena, pescado, frutas y hortalizas.
En todo caso, y sea por el motivo que sea, es una victoria diplomática para España que Marruecos haya accedido a montar una "prueba piloto" para tranquilizar a la opinión pública de las ciudades autónomas. Se lo debe al PSOE, completamente desprestigiado en Europa después de haberse posicionado en el lado contrario a la defensa de los derechos humanos.
El ministro socialista José Bono, que estuvo esta semana en Melilla, invitado por Promesa, dijo algo muy interesante en su intervención: señaló un factor importante en el devenir de las relaciones bilaterales entre España y Marruecos: la buena sintonía entre la UE y Rabat.
Y eso es justo lo que no hay ahora: buena sintonía. La sola sospecha de que Marruecos, como Qatar, también puede haber influido en eurodiputados o el anuncio de Rabat de que revisará sus relaciones con la Unión Europea, es una mala noticia para la normalización de las relaciones bilaterales con nuestro país. Y en ese enconamiento de las posiciones, nosotros, los de la frontera sur, tenemos todas las de perder.
Para que la gente se decida a invertir en Melilla hay que venderle, las ventajas fiscales, pero, sobre todo, seguridad jurídica. Aperturas a hurtadillas como la de la aduana no invitan a pensar que el conflicto se ha reconducido; que lo peor ya ha pasado. Es un paso de avance, pero no tiene ni el ritmo ni transparencia que necesitamos. Esto es más rollo que película.
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