Cuando en el mes de junio el Gobierno filtró a los medios afines que tenía un plan para Melilla y Ceuta, se habló, entre otras cosas, de potenciar los servicios públicos en las ciudades autónomas. Sin embargo, en seis meses no hemos visto muchos pasos en esa dirección.
Ahora mismo, Correos es un caos en la ciudad. Nunca habíamos estado peor. A los problemas crónicos con el reparto de paquetería se suman ahora la ralentización de las entregas por problemas en Aduanas y la convocatoria de huelga general para los días 5, 7 y 12 de enero. Antes y después de Reyes. Somos, en esencia, unos desgraciados.
Pero ese no es el único problema que tenemos los melillenses. El transporte público no se potencia en esta ciudad. La mayoría marginamos a la COA y sin embargo, subimos al metro, al tranvía o a los autobuses en las grandes ciudades, sin importarnos cuántos culos se han posado sobre los asientos que ocupamos con una entrega y seguridad dignas de una película de Spielberg. En casa seguramente tiramos cosas menos manoseadas que esos asientos.
A la COA, ni la miramos porque se nos ha quedado anticuada. Sin usuarios, sin inversiones valientes, sin marquesinas decentes; sin señalizaciones en las paradas, hemos dado la espalda al transporte público y hemos llenado la ciudad de coches, de ruido y de contaminación.
Si a eso le sumamos el transporte marítimo y aéreo, apaga y vámonos. Esto preocupa y mucho a los melillenses. De hecho, en una encuesta que publica hoy El Faro las comunicaciones con la península se incluyen entre los diez problemas que los ciudadanos consideran que tiene hoy nuestra ciudad.
Pero lo que más preocupa es la pandemia, el paro y el cierre de la frontera. ¿Hay motivos para que nos preocupe la pandemia? Desde luego. Por WhatsApp circula un vídeo de una noche de juerga en el Puerto Noray y sólo de verlo me ha dado un vuelco al estómago. Decenas y decenas de personas bailando como si no hubiera un mañana: sin mascarillas, al aire libre, pero sin distancia social.
Un solo contagiado en esa fiesta y media Melilla tiene que confinarse. ¿Cómo es posible que a estas alturas sigamos pensando que el coronavirus no va con nosotros? ¿Cómo es posible que no nos importe que los médicos y el personal sanitario tengan que volver a pasar otra Navidad con esa sensación de que vivimos en un estado de emergencia perenne? ¿Cómo es posible que no nos importe que por el coronavirus se retrasen las consultas con los especialistas o las intervenciones quirúrgicas? ¿Cómo es posible que no nos importen el colapso de las urgencias, de las UCI o de los centros de salud?
No consigo entender de dónde sale esa sensación colectiva de impunidad ante el virus que contrasta, por ejemplo, con la sensación infundada de inseguridad ciudadana. En el último año, las infracciones penales han descendido un 8,1% en Melilla mientras que de media ha aumentado un 8% en el conjunto del país. No existen razones objetivas para creer que nos van a asaltar o a violar en la esquina.
Me comentaba un policía hace poco, que a veces tienen noches de cero incidencias. Hay otras de vandalismo, pero ahora por lo menos, sabemos que los cacos no están entrando por la frontera. Son un producto nacional. Viven aquí. Son parte de nosotros.
Sin embargo, seguimos pensando que estamos en 2013, con botellas volando desde la 'tierra de nadie'; con saltos a la valla y con menores durmiendo o drogándose a las puertas de los supermercados.
Recuerdo la tristeza que me daba mirar hace unos años al puente del Tesorillo y ver a niños durmiendo debajo del puente. Ahora cuando miro sólo veo ratas. Vi una tan grande el otro día, que sólo atiné a pensar que el animal se había comido a un vikingo. Virgen del Amor Hermoso, no había visto algo igual en mi vida.
También he visto culebras. Ingenua de mí que pregunté a la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir cuándo tienen pensado limpiar la zona y me contestaron básicamente que nunca. Están regenerando el río y el matorral que vemos es una joya de nuestro medio ambiente. Las culebras están protegidas y no hay planes de limpiar la basura que se empantana y que nos llena mosquitos el Tesorillo. Me quejé y los ecologistas me enviaron una carta llena de insultos. Hay 3 millones de euros en danza. Soy cubana, pero no soy idiota. Mejor me aparto no sea que me rajen y vendan mi piel en un mercadillo como si fuera una toalla de playa exótica.
Creo que debemos empezar a preocuparnos de lo que de verdad importa. Llevamos ocho muertes por covid este mes en Melilla y desde el Gobierno sólo nos recomiendan no juntarnos más de diez personas. Yo empiezo a preocuparme.