Durante la presentación del Proyecto de Presupuestos Generales del Estado, la Ministra de Hacienda, Dª María Jesús Montero Cuadrado, tuvo a bien obsequiarnos con un calificativo nunca antes empleado para la descripción de unos presupuestos. Dijo la Señora Ministra que habían quedado unos presupuestos preciosos.
Y es que el Gobierno de España empieza a acusar agotamiento en el uso del diccionario para regalarnos términos que permitan promover su acción propagandística, que no política. De hecho, el último esperpento en el que nos tienen sumidos es el de la búsqueda del término adecuado para encontrar un término sustitutivo a su propagandística idea de derogar la reforma laboral del Partido Popular de 2012.
La Ministra de la cosa, la que más tajada esperaba sacar de este asunto, Dª Yolanda Díaz Pérez, ya ha empezado a reconocer la “imposibilidad técnica” de derogar la reforma laboral del Partido Popular. En otros ámbitos menos montaraces del Gobierno, llamado de coalición, se habla de derogar los aspectos más lesivos, de derogar parcialmente, de revisar, de reconsiderar, de modificar y, por último, de mejorar la reforma laboral. Seguro que me dejo unas cuantas modalidades más de vender el producto. Ya ven que hay que sumergirse en el diccionario de manera concienzuda para tratar de encontrar la definición de lo que, en definitiva, quieren hacer con esa reforma. En ese torbellino atormentado de vocablos, no es de extrañar que a la Ministra de Hacienda le hayan quedado unos presupuestos preciosos.
En el fondo de todo subyace la letra del acuerdo suscrito entre nuestro Gobierno y las autoridades de la Unión Europea para obtener los fondos de recuperación y resiliencia con los que completar nuestras exhaustas cuentas públicas. Por alguna razón, que el Gobierno oculta, no se aviene a hacer público el mencionado acuerdo, que es de la incumbencia de todos los españoles. ¿Cuáles son las condiciones que incluye ese acuerdo y que nos afectan a todos? ¿Qué dice de nuestra reforma laboral y de su eventual derogación, revisión, reconsideración, derogación parcial, mejora, ….? Mucho me temo, que nada que vaya en la línea de las hipótesis que el Gobierno maneja. Tengan por seguro que si así fuera, habrían tardado décimas de segundo en divulgarlo a los cuatro vientos como demostración del inquebrantable apoyo de la Unión Europea a los postulados de nuestro progresista Gobierno.
En el debate de esta semana sobre los presupuestos en el que se han debatido y votado las enmiendas a la totalidad presentadas por los grupos de la oposición, la Ministra de Hacienda ha hablado de casi todo, menos de los presupuestos. En lugar de emplear su tiempo en hablar de las presuntas bondades del presupuesto, lo ha invertido en hacer, una vez más, oposición a la oposición y arremeter contra los puntos de discrepancia entre las diversas fuerzas políticas de la cámara. Puntos de discrepancia a los que, a pesar de lo que diga la señora Ministra, los españoles tienen derecho y sólo una mente totalitaria puede cuestionar la legitimidad de esas discrepancias. Pero, en fin, eso es lo que hay. Ha hablado de eutanasia, de aborto, de memoria democrática y de casi todo menos de presupuestos.
Y es que defender estos presupuestos es realmente complicado y mejor no enfrascarse mucho en ello. Basta con obtener el apoyo de los de siempre a cambio de lo de siempre.
Nuevamente, al igual que sucediera con los Presupuestos Generales del Estado (PGE) del año 2021, los presentados para el año 2022 están construidos sobre la base de un cuadro macroeconómico cuyas previsiones económicas y fiscales están absolutamente desfasadas y superadas por la realidad, tal y como se ha puesto de manifiesto en las previsiones para el crecimiento de nuestra economía formuladas tanto por el Gobernador del Banco de España como por la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal.
Nadie entiende la insólita decisión del Gobierno de mantener inalterado el cuadro macroeconómico que sirve de base para la elaboración de los PGE, pese a que todos los organismos nacionales e internacionales están revisando a la baja las estimaciones del crecimiento de la economía española, como acaba de hacer el FMI, que reduce en ocho décimas las previsiones del Gobierno para 2021 (5,7% en lugar de 6,5% que, a su vez, había partido de un irreal 9,8%) y en seis décimas las estimaciones gubernamentales para 2022 (6,4% en lugar de 7%). Vanos intentos de forzar la realidad a base de propaganda, con escasas expectativas de cumplimiento, tal y como se ha puesto de manifiesto en el grado de ejecución de los Presupuestos para 2021.
En lo que concierne al Mecanismo de Recuperación y Resiliencia, por ejemplo, de los 27.000 millones consignados en el PGE de 2021, el Gobierno ha sido capaz de obtener la asignación de 9.000, de los que ha ejecutado, menos del 20%, unos 1.800. Es decir, unos 25.000 millones de euros presupuestados en acciones para este año que, o bien, han quedado en agua de borrajas o si se han ejecutado, lo han hecho a costa del incremento de nuestra deuda, ya de por sí extraordinariamente aumentada.
De hecho, la deuda pública se encuentra en máximos históricos, 1,417 billones de euros, un 125,3% de nuestro Producto Interior Bruto. 251.000 millones de euros de mayor endeudamiento desde que gobierna Pedro Sánchez, a los que habrá que sumar otros 80.000 millones de euros de endeudamiento neto en 2022 (331.000 millones en total).
A pesar de este incremento brutal del gasto público, la repercusión de ese incremento en nuestra ciudad no se pone de manifiesto en el acometimiento de nuevos proyectos, sino en el pago de las anualidades de los proyectos ya en curso, frente a lo cual el Partido Popular ha vuelto a presentar enmiendas de modificación, como hiciera el año pasado, sin obtener respuesta favorable a ninguna de ellas por parte del Gobierno. A ver si este año hay más suerte. No lo creo.
En cualquier caso, todo ello carece de relevancia. Lo que es realmente importante es que dispongamos de unos presupuestos preciosos.