Opinión

¿Por qué sacamos a nuestros muertos de Vélez y Alhucemas?

El Ejército de Tierra tiene ya vía libre para trasladar al cementerio de La Purísima de Melilla a los 54 españoles enterrados en los cementerios del Peñón de Alhucemas y de Vélez de la Gomera, los dos enclaves españoles más próximos a Marruecos.

Francisco Asís Pérez, Inocencio Blanco o Baltasar González llevaban enterrados allí desde los años 20 del siglo pasado. Este 9 de julio el Boletín Oficial del Estado publicó la autorización del general jefe del Estado Mayor del Ejército, para que el general jefe de la Base Discontinua Teniente Flomesta de Melilla, Félix Abad Alonso, proceda a desalojar los cementerios de Vélez y Alhucemas.

Para ello han sido publicados en el BOE los nombres que figuran en las lápidas de los cementerios de los peñones, con el ánimo de que los familiares de los difuntos decidan si reclaman la exhumación.

Según publicó este martes el diario ABC, la Comandancia de Melilla justifica la decisión apelando a la conservación de los restos. Pero evidentemente, la iniciativa ha levantado suspicacias porque llega un mes y pico después de la marcha marroquí sobre Ceuta y en un momento en que tenemos las fronteras cerradas, no hay embajadora marroquí en Madrid, han tenido que destituir a la ministra de Exteriores española, Arancha González Laya, porque el canciller marroquí no se le ponía al teléfono; la OPE vetó este año, por segundo consecutivo, a los puertos españoles y, por si fuera poco, seguimos sin fecha para la visita a Rabat de nuestro nuevo titular de Exteriores. Eso sin mencionar que la Reunión de Alto Nivel hispano-marroquí se agendó para diciembre; se pospuso a febrero y ya nadie habla de la posibilidad de que se celebre.

¿Es así como respondemos a una demostración de fuerza bruta por parte de Marruecos? Nos intentan invadir con civiles vulnerables; tenemos que sacar los tanques al Tarajal; todavía no hemos podido devolver a todos los marroquíes que entraron en Ceuta y en respuesta, lejos de aprobar el Plan Estratégico que rescate a las dos ciudades autónomas reclamadas por Marruecos, desenterramos a nuestros muertos de Vélez y Alhucemas.

No pongo en duda que sus restos se estuvieran deteriorando en cementerios levantados en dos peñones militares. Pero creo que éste no es el momento de sacarlos de ahí porque el mensaje que se envía a la ciudadanía es el del retroceso; el de la cesión; el de debilidad; el del miedo.

Entiendo que existe una necesidad real de levantar puentes con Rabat. Marruecos ha hecho gestos, como el de levantar una nueva frontera junto a la valla de Ceuta, reconociendo implícitamente nuestros límites fronterizos. Pero eso no es nuevo. También lo hicieron hace unos años en Melilla sin mayores consecuencias.

Ese gesto de Rabat no es comparable al poderío simbólico que tiene desenterrar a los militares españoles que descansaban en Alhucemas y Vélez de la Gomera. Todavía no nos han atacado y ya da la impresión de que huimos.

En política, los tiempos son muy importantes. Puede que esta exhumación estuviera planificada desde hace meses, incluso, años, pero como dije, no es el momento. Después de la marcha sobre Ceuta había que haberla pospuesto por tiempo indefinido. Era lo más sensato.

Es cierto que se haga cuando se haga, desalojar dos cementerios siempre levantará suspicacias. En eso estamos de acuerdo. El problema es que si a esa decisión al parecer militar le sumamos que el Plan Estratégico para Melilla y Ceuta depende de cómo se tome Marruecos que pidamos visado a sus nacionales en los dos territorios que ellos consideran suyos, entonces ya nadie se asombrará de que alguien grite: ¡Retirada!

Los militares que figuran como signatarios de esta decisión se han jugado su ingreso en la historia de la soberanía española en los enclaves del norte de África. No creo que los cementerios se hayan deteriorado en el último mes. Por tanto, si habíamos esperado tanto, tampoco pasa nada por esperar un poco más.

El dinero, señores, huye de la inestabilidad. Melilla y Ceuta necesitan ahora mensajes claros de pertenencia; de compromiso y de solidaridad. Creer que el conflicto con Marruecos está zanjado es un grave error. Ceder ante la soberbia no es la solución. No nos jugamos sólo la tierra que tenemos bajo nuestros pies. Nos jugamos el futuro de nuestros hijos. Hay que reconstruir los puentes con Rabat. Urge hacerlo, pero sin olvidar el decoro.

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